Reconozco que no hace tanto tiempo que dejé de ser un imbécil despreciable, otro impresentable más de los que, con demasiada frecuencia, utilizaban el "sí pero" cuando la conversación trataba sobre la sinrazón del terrorismo de ETA. No es que me haya vuelto un tipo inteligente de repente, no. De ser imbecil no te libras nunca, sobre todo cuando tienes la mala costumbre de no pensar demasiado y verter tus opiniones por deporte, como quien practica squash o monta en bicicleta, pero creo que ya puedo afirmar que me he librado de la segunda de