No es difícil deslumbrar y engañar a una sociedad como la nuestra, donde el caradura es envidiado y potenciado; el “fantasma de turno” es puesto como modelo ante una muchedumbre necesitada de ídolos aunque sean de barro y stos psicópatas integrados a los que estoy haciendo referencia son individuos bien adaptados socialmente, manipuladores, seductores, listos, amorales, mentirosos, con una autoestima elevada (aparentemente al menos), egocéntricos y con cierta facilidad para reprimir su agresividad, que sólo muestran en muy contadas ocasiones.