El año pasado escribí sobre el papel que Rusia estaba jugando en la guerra de Siria, reforzando al régimen al mismo tiempo que facilitaba el surgimiento del EI y otros yihadistas como medio de dividir y desacreditar a la oposición siria. La acción de Moscú estaba en línea con la estrategia utilizada para derrotar al movimiento separatista en Chechenia, infiltrándose en la insurgencia, dirigiéndola al extremismo, y facilitando la llegada de los yihadistas que desplazaron a los nacionalistas seculares chechenos.