Como feminista ruidosa con varios amigos varones inteligentes, me encuentro, a menudo, con indignación cuando decido no entablar conversación con ellos sobre feminismo. Si realmente me importara cambiar nuestra cultura de discriminación y desigualdad, ¿no debería, entonces, intentar educar a los hombres? ¿No es esa la tarea de una activista? Es a la vez agotador y causa de distracción que se espere de una debatir cuestiones básicas con hombres que no se han tomado antes la molestia de pensar.