Mi madre murió en paz con 92 años, atendida por los médicos de un hospital. Mi mujer y yo pudimos acompañarla en sus últimos momentos. En cambio, las personas de la tercera edad que murieron de covid-19 durante la pandemia en las residencias públicas de la Comunidad de Madrid, agonizaron de forma indigna y dolorosa. Solo las que disfrutaban de un seguro médico privado fueron trasladadas a hospitales, donde pudieron salvarse o morir de forma incruenta. Morir asfixiado debe ser una experiencia horrible. Según los testimonios de los supervivientes