Que el verano es la época del año más fronteriza en nuestras vidas es una realidad tan contundente como la ley de la gravedad. Y es que nos encontramos con niños (¡y niñas claro!) que entran siendo eso, niños, que salen espabilados y creen que son mayores. También hay matrimonios que, como si después de no sé cuántos años, van y se conocen (para bien y para mal). Y adolescentes que descubren su primer amor, ese amor, ese beso, ese primer cigarrillo que marcará de alguna forma su destino, aunque este no se parezca en nada al inicio.