Como los hijos únicos son cada vez más frecuentes, sus supuestas deficiencias se han convertido en una fórmula estándar generacional: en lugar de calificar a los hijos únicos de egoístas, introvertidos y solitarios, les ponemos esas etiquetas a los de la generación Z. En el último medio siglo, el coste de criar a un hijo ha aumentado mucho más deprisa que el salario medio, las familias numerosas se han vuelto tan raras como antes lo eran los hijos únicos, y se limitan ahora sobre todo a los más religiosos y a los más ricos.