Cuando un contribuyente marca la casilla de la Iglesia en su declaración de la Renta no se está rascando el bolsillo para pagar un 0,7% más y así ayudar a la milenaria institución religiosa. Lo que ocurre –el diablo está en los matices– es que todos los 0,7% católicos son detraídos del montante total, aportado por cristianos, ateos, musulmanes, judíos, agnósticos o todo lo contrario. En 2015, por ejemplo, fueron casi 250 millones de euros, por decisión de poco menos de un 35% de los contribuyentes
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