La nueva reforma perjudica al mundo agrario a medio y largo plazo, e ignora las alertas del mundo científico que liga la producción de alimentos a un medio ambiente sano. El sector agrario también pedía precios justos y regulación de los acuerdos de libre comercio, fuente de competencia desleal. Una vez más, el medio ambiente -y no revisar las reglas del juego en los mercados internacionales, por ejemplo- son los que pagan el pato de reacciones precipitadas.