Quizá por ello escoció, todavía más, la carta que el sultán Al-Ashraf Jalil, a la cabeza de uno de los mayores ejércitos musulmanes vistos en Tierra Santa, envió al rey de Cilicia tras la victoria. Misiva en la que se jactaba de haber violado, matado y asesinado a los cristianos que defendían Acre
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