La palabra catafracto («protegido») es griega y aparece adoptada en latín en la obra Historiae, en la que el militar e historiador Sisenna narra la historia de Roma y dice: «Loricatos, quos cataphractos vocant»: «El acorazado, a quien llaman catafracto». Se solapa con otro, clibanarius, no se sabe si de origen heleno (klibanos, en cuyo caso se traduciría como «horno metálico», quizá sarcásticamente) o persa (griwbanwar, «portador de protector de cuello»), refiriéndose al jinete de caballería pesada típico de los ejércitos orientales.
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