Bendecido con una herencia que le quitó de trabajar desde que tuvo edad de hacerlo, llevaba cuarenta años dedicado al ocio. Pero a estas alturas eran pocos los amigos que le seguían el ritmo, o con los que encontraba cosas en común. Por un lado, trabajaban, y ese mundo arcano de los puteos de jefes y compañeros, el estrés, o la obligación de seguir por la necesidad mensual de dinero, le era cada vez más ajeno. Por otro, con esta forma de vivir, sus experiencias vitales, y las de ellos, habían ido cada una por su lado....