Dicen los amigos de los marcianos, y tienen su gracia los tíos, que afirmar que las pirámides de Egipto son enterramientos de faraones es tan lógico como lo será, dentro de cinco mil años, afirmar que las catedrales eran cementerios de obispos. Los restos es lo que tienen: ahí quedan, medio mudos, o acompañados de relatos e inscripciones que muy bien pudieron realizarse después, mucho después, y conducir a equívocos e interpretaciones que harían partirse de la risa a los contemporáneos del hecho …