The Binding of Isaac tiene una de las historias más tristes que he conocido.
En un principio piensas que todo es un asunto turbio de familia disfuncional con hermanos perdidos endogámicos incluidos, pero conforme avanzas y comprendes el significado de los detalles, el juego toma un matiz más profundo y hasta reconocible. Me recuerda a la película "La Escalera de Jacob", lo cual es buena influencia.
Las críticas suelen quedarse con la queja a la imaginería cristiana, tan cerrada, oscura y cruda en ocasiones, pero una vez avanzamos y entendemos (como si de un camino espiritual se tratase), comprobamos que es una historia sobre la culpa y la redención, asuntos muy cristianos igualmente, por lo que el autor critica tal religión de un modo poco burdo, recalcando a su vez el lado bueno.
El martirio, la auto-compasión, el perdón... Se muestra ambas caras de cada aspecto, pues es necesario para completarse. Además, se muestra que el exceso de una bondad también puede ser un pecado.
Excesos. Esa es la pega de este juego, que con la inclusión de las expansiones resulta tan inmenso y vasto que agobia, satura y enloquece a los principiantes por tal cantidad de datos a base de objetos, enemigos, personajes, finales y más y más posibilidades. Es un infierno sobre todo para los completistas, que verán como sus horas se van por un pozo, que nada termina, que siempre queda algún rincón y que incluso cuando estás a punto de lograrlo, el diablo o el cielo te arrebatan todo el esfuerzo realizado. Cruel como la vida misma.
Pero, quizá esa era la intención de McMillen, pues el exceso es también un pecado, y sirve de crítica a nuestra obsesión por obtener todo, aunque el premio resulte en nada, sólo una satisfacción momentánea que poco nos completa o mejora como personas.
En fin, esta ha sido mi reseña para el que es uno de los mejores videojuegos de la historia.