En el siglo XI unos padres podían dejar en herencia a su hija el dinero suficiente para comprar una casa. Si ésta no lo empleaba, dos generaciones después la nieta podría comprar una casa con ese mismo dinero. Con los valores y principios pasaba algo parecido, aquello que enseñabas a tus hijos era lo mismo que tus nietos enseñarán a tus biznietos. Sólo en contadas ocasiones ésta regla se rompía y casi nunca era por vías pacíficas porque siempre hay conflicto en el cambio.
Los valores cambiaron cuando se expulsó a judíos y musulmanes de Europa. Los valores cambiaron en América cuando conquistamos primero y endiñamos después nuestra cultura a la población del territorio. También lo hicieron cuando en 1789 las pescaderas de París encabezaron la mayor revolución de la historia, aún en marcha.
Los valores, nuestro código ético, son como el sistema operativo de la sociedad. Puede ser mejor o peor, pero su función es permitir que cada cual sepa cómo comportarse para encajar en el sistema. Pero, de la misma forma que comprar ahora una casa por el dinero que lo hicieron mis padres hace 40 años me resulta imposible, también me resulta imposible desenvolverme en la vida con los mismos valores que ellos me enseñaron en su momento.
De no haberme actualizado, de no haber seguido modificando la forma moral que me imprimieron, sería una persona desactualizada. Más aún, sería un carca y mis padres no, ya que efectivamente ellos sí se han ido actualizando e incorporando valores como animalismo, sostenibilidad, mayor respeto a la diversidad cultural,...
Hay algo que vemos con frecuencia y en estos días de Rubiales de la vida: la brecha entre el progreso de la sociedad y la complejidad de los códigos morales que introducimos se hace más que evidente.
No se trata sólo de no compartir valores, siempre habrá idiotas que prefieran a los negros con cadenas o a las mujeres en la cocina. Se trata sobre todo de no entender qué valores están en juego o de qué forma nos afectan. Es decir, qué principios impone la actual norma en nuestro comportamiento para poder encajar en la sociedad. Al final la pregunta es inevitable: ¿Por qué todo es tan complicado?
El ser humano es un animal curiosísimo. Podemos tomar a un perro o a un oso y adiestrarlo para que baile La Macarena, no porque seamos más chachis que el resto y un dios nos deje hacerlo sino porque si algo sabe hacer el ser humano es adiestrar(se). Adiestrar se nos da de maravilla porque es lo que hacemos con nosotros mismos constantemente.
Aprendemos para mejorar en el trabajo; aprendemos arte o música porque nos gusta; aprendemos a comportarnos con la pareja que escogemos porque la queremos cerca;...al principio de nuestras vidas somos como los perretes, tienen que adiestrarnos, pero poco a poco te conviertes en tu propio adiestrador. Persona adulta que lo llaman…
En ese espacio de aprendizaje, durante mucho tiempo ha reinado el inmovilismo de ciertos códigos. De mucho impacto han sido los referidos sobre todo a conductas sexuales, libertad de género, religiosa,...porque en buena medida están heredados de sistemas operativos ya en desuso. La misma privación a las mujeres del derecho al sufragio o a la propiedad privada sin cuidado masculino suponía una obvia defensa de la población con pene frente a la otra mitad de la población.
Es así porque, habitualmente, una serie de personas tienen el poder necesario para contener el desarrollo de nuevos sistemas operativos (o modificaciones sustanciales) que pudieran poner en riesgo su posición de poder. Ocurre así durante todos los grandes periodos de la humanidad, es la base de su estabilidad de estos periodos… hasta lo de las pescaderas de París. La llegada de la democracia cambió el panorama del autoadiestramiento humano para siempre.
Cuando la democracia se alza como realidad en un gobierno ocurren dos cosas fundamentales para que todo sea hoy muy complicado. El sufragio y el derecho a la educación.
Con el sufragio se abre, muy tenuemente, la vía de acceso al poder desde la base de la sociedad. Es decir que cualquier grupo de personas podían crear y defender una novedad ética y visualizarla de cara a procesos de toma de poder: Las elecciones.
Independientemente de que después de hacerlo los pasen a todos a cuchillo, cuando una corriente llega a este nivel el código ético ya se ha instalado. Es por eso que posiblemente había más porcentaje de población comunistas en la España de 1940, bajo la gran represión, que hoy en día con plena libertad de elección. El código ético del comunismo estaba vigente (aunque reprimido claro) en esa población, independientemente de la realidad social del momento.
Ésto vincula los procesos políticos en democracia a los procesos de (auto)adiestramiento. De la misma forma que en el antiguo régimen la nobleza trata de evitar modificaciones que puedan poner en riesgo su capacidad de gestión del poder, en democracia tratará de hacerse por vías legales o no.
La batalla por la creación o contención de valores y principios nuevos se muestra como parte de una lucha de poder. Quienes lo quieren apostarán por la novedad, cuando esos nuevos valores vengan a incrementar el espacio de realización social (de poder) de grandes colectivos estarán abocados a hacerse realidad, por la vía del poder popular, a poco que se extienda su utilidad.
Éste es “Casus Belli” por el que se produce la guerra constante entre corrientes conservadoras y progresistas en el seno de la democracia. Mientras existan grupos con poder, capacidad para ejercerlo y miedo a perderlo, la batalla entre quienes no quieren riesgos y quienes buscan cambios será parte de la naturaleza de la democracia.
Por eso el segundo aspecto, la educación, es clave para entender el cacao mental que tenemos a diario sobre tal o cual hecho aparentemente obvio para todos los intervinientes: Con la llegada de la democracia, la educación se consagra como la base de la formación de la identidad de las sociedades.
La sociedad humana entiende que el (auto)adiestramiento de la sociedad es la base de su bienestar y una garantía para la pervivencia de la democracia. Ésto hace que a la par que se acepta el derecho humano a la educación, la transmisión de mensajes vía adiestramiento se convierta en uno de los principales espacios de reafirmación de los propios códigos morales y contención de los del “enemigo”.
Al principio era simple, escuelas de pobres enseñando a no quejarse y escuelas de ricos enseñando a controlarlo todo. Pero poco a poco todo va cambiando, las sociedades se van desarrollando y haciendo cada vez más complejas. La etapa de formación de una persona pasa de unos años en la niñez hace dos siglos a toda una vida en casos de profesionales con formación continua en la actualidad o simplemente, a poco que tengas un poco de curiosidad por algo.
Si no dejamos de aprender, nuestro voraz objetivo ya no tienen que ser sólo los peques: Bienvenidos al tiempo de “adiestramiento social”. Ahora la lucha por la modificación de valores se produce como la formación, de manera permanente.
Montado en las nuevas tecnologías la transmisión de valores rompe los límites de la escuela, los seminarios o las charlas obreras y cambia el perfil. Antes el educando tenía que acercarse al educador, ahora el autoadiestramiento social “te persigue” y se traslada a la vida diaria, al programa deportivo; a la clínica de aborto, al retrete, a los toros, a tu cama. En todos los ámbitos la diferencia entre progreso y conservadurismo se hace visible y en medio, la población que aprende a ritmos diferentes y que si en algo coincide es que casi nunca se las ve venir.
Siempre se ha mentido, pero la mentira nunca ha tenido tanto poder como ahora ni tanta capacidad de ser desvelada. En el escenario de la educación social, la creación de falsa información viene a sumarse al juego de las justificaciones de quienes no pueden defenderse con la verdad. Esto hace de la tarea de acceder a contrainformación algo casi obligatorio para quien quiera saber dónde se encuentra la realidad.
Cuando información y mentira o mentira y contrainformacion coinciden en una cabeza con igual apariencia de legitimidad, el cacao mental está servido.
Todo es tan complicado porque vives en medio de una guerra en la que tu adiestramiento, lo que pasa en tu cabeza, es el campo de batalla. La verdad y la mentira se mezclan y en medio, un interés muy claro por frenar ciertos valores y principios que podrían quitar poder a quienes ahora tienen los medios para hacernos la chota un lío.
Antes hemos comentado que las sociedades se han vuelto mucho más complejas, lo son tanto que una persona puede pasar su vida entera sin asomarse siquiera a ciertos aspectos de la realidad. En esos casos, tenderá a buscar referencias que le ayuden a posicionarse. Al hacerlo, posiblemente se equivocará. Lo hará porque es lo normal, porque errar es otra de esas cosas que a los seres humanos se nos da de maravilla, tanto que lo hemos entendido siempre como parte del proceso de aprendizaje.
Y claro, si al natural error le sumamos un aparente ansia recriminatoria en toda comunicación que se establece sobre el asunto desde cualquiera de las posiciones, lo que nos encontramos es que parece que al final la formación se quiere producir por coacción, no por entendimiento. Dándole al perro con la zapatilla, no enseñando y premiando su buen comportamiento.
Así, todo es mucho más complicado. No solo por lo fácil que es errar en el encaje moral de cuestiones que posiblemente nunca te habías planteado, sino también por lo caro que resulta el error y el aparente zapatillazo de cualquier posicionamiento que adquieren muchas cuestiones. Por eso la aparente neutralidad es parte del juego de la mentira, por eso sientas a un terraplanista en la misma mesa de debate que un científico, por eso una entrevistadora no puede decirle al entrevistado que está mintiendo o se puede dar una mentira como noticia "aunque sea muy burdo" si después pones a la misma altura al difamado y al difamador.
Ahora lo vemos con el tema de una selección femenina que ha hecho historia. Un grupo sólo de mujeres que, con sus logros, ha sido capaz de unificar el sentimiento nacional y encima se ve obligada a cambiar la historia de su deporte como mujeres solas. A la par, le enseña al mundo que no, que un jefe no puede plantarse en la puerta de la empresa a pedirles “un piquito” a las empleadas, que después de eso lo que ellas digan no cambia el abuso.
Todo un hattrick que se ha llevado por delante a parte de lo más prescindible de nuestro fútbol y sobre todo, ha descolocado a muchos hombres despistados, lentos de aprendizaje, que creían que estaban actualizados porque sabían que un consentimiento eximía del delito y están teniendo que aprender de abuso en el ámbito laboral a base de hostias. ¿Porque la letra con sangre entra?
Obviamente la aceptación de principios como el de igualdad significa llevarse por delante a quienes han hecho posible un trato y modelo de gestión machista. Pero en todo el revuelo generado, hay mucha gente a la que se le desangra la razón y no se entera de dónde leches le vino el tiro.
Es muy difícil permanecer en la actualidad de todos los avances morales que se producen más allá de los límites de nuestro interés o actividad diaria. Eso sólo los hace más lento, no fija sus posiciones.
En la batalla por los valores se encuentra también la batalla por la humanidad de esta guerra que se libra en nuestras cabezas, por el trato que damos al vecino cuñado, al tendero perroflauta o a la doctora feminista. Si queremos una sociedad que aprenda e integre valores nuevos, quizás lo mejor sería fomentar un entorno sin miedo al cambio.
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