Siempre he pensado que no era bueno que EEUU tuviese la hegemonía mundial porque podría hacer y deshacer a su antojo en todo el planeta, y que era mejor que ese poder estuviese dividido para que así existiese alguna alternativa a su brutal aplicación del capitalismo. Ahora, la situación de guerra en Ucrania me hace replantearme alguna que otra opinión, y me doy cuenta de que el planteamiento no era correcto, porque parte de la aceptación de que el sistema que nos rige es adecuado y que lo que falla es el reparto del poder.
En realidad todos son los mismos y juegan al mismo juego con las mismas reglas. Unas minorías decidiendo el destino de la inmensa mayoría. Y una inmensa mayoría, que unas veces no tiene dudas al alinearse con una opción entre varias que en el fondo son iguales, y otras veces se siente confusa o no sabe cual de las opciones es la que le conviene, y pocas veces se da cuenta de que no está representada por ninguno de los actores que intervienen, en este caso, de manera más o menos directa en el conflicto europeo que ha estallado en Ucrania.
Los EEUU al frente de la OTAN con su largo historial bélico y su habilidad para agitar avisperos ajenos, lo que ha acabado siempre beneficiando los intereses económicos de unas minorías y con la exportación de su modelo económico liberal “miltoniano” que comporta para la mayoría, entre otras cosas, un indeseable sistema sanitario y un regreso hacia condiciones sociales propias de época de la Revolución Industrial, con el creciente descontento popular que ello implica, que es caldo de cultivo para futuros conflictos.
Rusia parecía una fuerza que contrarrestaba el poder hegemónico de EEUU. La Unión Soviética sirvió como referente, al menos teórico, al que acogerse para exigir el derecho a la cobertura de unas necesidades mínimas vitales en el ámbito laboral y en el social. Pero, tras la desintegración de la URSS, Rusia se adhiere, de la mano de Boris Yeltsin, a una economía de libre mercado similar a la occidental y que poco se diferencia del modelo que difunden los EEUU, conservando de la URSS solamente aspectos negativos, como el autoritarismo, e instalándose en una ideología ultraconservadora afín a movimientos de extrema derecha europeos y americanos que está demostrado históricamente que jamás han beneficiado a la mayoría y siempre a unas minorías privilegiadas.
La UE no ha sido capaz de actuar de manera preventiva ante la situación en la que nos vemos envueltos, y ahora tendrá que lidiar con el grave problema de la guerra en Ucrania. No ha tutelado sus propias relaciones con Rusia, que para bien o para mal también es Europa, y un socio comercial necesario dentro de la economía del libre mercado en la que tan cómoda se encuentra la UE, que es una unión de países soberanos que, aunque exige a sus miembros una serie de requisitos en cuanto a calidad democrática, y sería discutible si esos mínimos democráticos se cumplen por todos los estados miembros, en la práctica no es más que una asociación para la libre circulación de capitales y bienes, dirigida en gran medida por una Comisión cuyos “peces” vienen ya gordos de sus países de origen, y que no parecen preocuparse tanto por los intereses de la mayoría como por el mantenimiento del status quo.
Los principales perjudicados en la situación actual de Europa son las personas que mueren y las personas que lo pierden todo en la guerra de Ucrania. Y después de ellos toda esa inmensa mayoría cuyos intereses no están en realidad representados por nadie y que van a sufrir las consecuencias que traerá a la economía global la avaricia y la irresponsabilidad de unas minorías que solo buscan su propio provecho y que siguen atrincherados en un capitalismo que actualmente nos amenaza a todos de diversas maneras.
El problema con Ucrania, aunque esto sería extrapolable también a otros problemas políticos, queda acotado aparentemente a una serie de soluciones visibles. Pero esto es un “falso dilema” porque esas soluciones conducen todas a lo mismo. En general la mencionada “inmensa mayoría” tiene muy asumido que no existe otra forma de ver las cosas que la que se le propone, y le es difícil identificar sus propios y verdaderos intereses, los cuales demasiadas veces confunde con los de las élites que por su acción o inacción han provocado esta guerra.