Año 2012 en Damascus, Oregón. Una niña le pide a su madre que si puede organizar su cumpleaños con la temática de Halloween. La mujer recuerda que unos años antes había comprado un kit con toda la parafernalia (lápidas de plástico, cráneos, arañas… ) y lo había guardado en el desván. Cuando abren la caja llena de polvo se desliza un papel que parecía estar dentro de la lápida falsa. En el papel decía lo siguiente: 

Señor, si ocasionalmente compra este producto, por favor, envíe esta carta a la Organización Mundial de Derechos Humanos. Miles de personas aquí que están bajo la persecución del gobierno del Partido Comunista Chino se lo agradecerán y lo recordarán para siempre. Este kit se hizo en la unidad ocho, departamento dos del campo de trabajo de Masanjia en Shenyang, China. Los reclusos trabajamos allí 15 horas al día, siete días a la semana, de lo contrario, sufrimos torturas, palizas e insultos. Los presos no cobramos y permanecemos detenidos en promedio entre uno y tres años sin una sentencia judicial formal. 

La mujer, llamada Julie Keith, no podía dar crédito a lo que acaban de leer. En shock y sin saber muy bien qué hacer, comienza a darle vueltas a la posibilidad de que sea real. Busca en Internet  “Shenyang”. Si los datos que le aparecen en Google son ciertos, la improbable carta de SOS que ha terminado en su vivienda ha viajado miles de kilómetros evitando la censura a la que se hace referencia en el escrito.

La carta que le llegó a Julie.
Imagen: Flying Cloud productions

Sin más datos, Julie comienza a sentirse mal. Llevaba dos años con ese mensaje de auxilio escondido en el desván, dos años que podían haber sido muchos más si el azar no hubiera querido que sacarán la caja con las decoraciones. 

La mujer toma una foto de la nota y la publica de forma privada en sus redes sociales. Busca información de algún allegado que le pueda ayudar. Le sugieren que se ponga en contacto con organizaciones de derechos humanos. Julie pasa los siguientes días dejando mensajes y llamando a varios números, contacta con Human Rights Watch y la Aduana de Estados Unidos, pero no obtiene respuesta. 

Finalmente, lleva la carta al trabajo y se la muestra al gerente de su empresa, quien se pone en contacto con un periodista del medio The Oregonian, un periódico local. El periódico envió a un redactor a entrevistar a Julie, pero pasaron los meses y, una vez más, silencio absoluto.

A finales de año, justo antes de la Navidad de 2012, la historia finalmente ve la luz en el medio. El mensaje de auxilio encontrado en unas decoraciones de Halloween aparece en la portada de The Oregonian. Ahora sí, el teléfono de Julie no para de sonar, la quieren entrevistar, la noticia pasa a primera plana nacional con artículos en el New York Times, CNN y Fox News, hay imágenes de la carta por todos lados.

Y entonces, la cámara de eco se vuelve en su contra. Como contó hace unos años a The Guardian:

No faltaron personas dispuestas a criticar mis acciones. Muchos medios habían reproducido el texto completo, incluida una referencia a la unidad y departamento en el que había estado trabajando el remitente. Pasé gran parte de esa Navidad leyendo comentarios que decían que, al compartir esos detalles, había puesto en peligro al hombre y a sus colegas. Empecé a dudar de mí y terminé llorando. ¿No había hecho lo que quería el remitente? Sentí que, en ese momento, tal vez había hecho algo incorrecto. Me sentí terrible, pero seguí remitiéndome a la carta; esto es lo que él quería. Quería que lo publicitara.

Pasaron los meses y, a mediados de 2013, un periodista del New York Times se pone en contacto con ella. El autor de la nota que se coló entre las lápidas de Halloween tenía un mensaje para ella.

Falung Gong

Imagen: Dominio Público.

Es posible que te hayas encontrado en algunas ciudades a grupos de gente, una fila de meditadores sentados, con las piernas cruzadas y la espalda recta. Aparentemente inofensivos, podrían pasar fácilmente por participantes de una clase de yoga. De hecho, los meditadores están practicando una serie de ejercicios prescritos por Falun Gong, una disciplina espiritual que China prohibió en 1999 y que ha perseguido en mayor o medida desde entonces. 

Falun Gong, que significa “práctica de la rueda de la ley” en chino, es un conjunto de ejercicios y textos de meditación que predican las virtudes de la verdad, la benevolencia y la tolerancia. Fue fundada en el noreste de China en 1992 por Li Hongzhi, un ex trompetista. En realidad, se basa en la larga tradición china de qigong, un régimen de respiración controlada y movimientos físicos suaves, aunque a diferencia de otras disciplinas inspiradas en el qigong que surgieron en la década de 1990, y que normalmente no afirmaban nada más que beneficios para la salud de sus practicantes, Falun Gong confiesa un camino hacia la salvación para los fieles

De esta forma, sus seguidores intentarían alcanzar la iluminación leyendo las obras del “Maestro Li”, de quien se dice que puede atravesar paredes y levitar. A finales de la década de 1990, millones de chinos de todos los ámbitos de la vida habían practicado Falun Gong. Se podía ver a los practicantes meditando en parques y plazas públicas de todas las ciudades.

¿Qué ocurrió? Que el creciente atractivo de la actividad asustó al Partido Comunista chino. El partido quiere la lealtad total del pueblo chino, y Li, un líder vivo, compitió por esa lealtad. Parece ser que los funcionarios se habrían sentido amenazados por lo que consideraban una poderosa “ideología en competencia”, como lo expresa un practicante de Falun Gong, y por el increíble crecimiento en el número de practicantes. 

Imagen: Dominio Público.

Así, en 1996, el gobierno prohibió las ventas públicas de “Zhuan Falun”, el texto principal del movimiento espiritual. Poco después, los editoriales de los periódicos comenzaron a atacar a Falun Gong. En abril de 1999, más de 10.000 practicantes de Falun Gong protestaron frente a Zhongnanhai, la sede del partido en Beijing. En respuesta, Jiang Zemin, el entonces presidente de China, prometió erradicar “la secta”. En junio de 1999 creó la Oficina 610 (llamada así por la fecha de su creación), una organización secreta extrajudicial del partido encargada de reprimir a Falun Gong, y al mes siguiente el gobierno declaró ilegal la actividad. En cuestión de meses, miles de practicantes fueron detenidos y enviados a prisión o a centros de “reeducación”.

Para el año 2008, se calculaba que al menos dos mil practicantes de Falun Gong habían muerto a causa de abusos mientras se encontraban bajo custodia en campos de prisioneros como el de Masanjia. Allí, en uno de los edificios donde se “reeducaba” a los integrantes, se encontraba un tipo que respondía al nombre de Sun Yi.

Antes de su arresto, había sido ingeniero en una empresa de petróleo y gas. Sus problemas comenzaron después de un encuentro casual con un grupo que hacía ejercicio al aire libre cerca de su casa en Beijing. El problema: estaban practicando Falun Gong , y Sun Yi pronto se unió.

En febrero de 2008, durante una represión en el período previo a los Juegos Olímpicos de Beijing, Sun Yi fue capturado. Detenido durante una redada en una prensa clandestina, fue condenado a dos años y medio de prisión. 

Lo llevaron a Masanjia, uno de los campos de “reeducación por el trabajo” en el noreste del país que albergaba a criminales, pero también a disidentes y prisioneros políticos. Poco después de llegar, su esposa le escribió pidiéndole el divorcio. Ella y otros familiares sufrieron acoso y fueron detenidos después de su arresto. El hombre sabía que los miembros de su familia no pasarían las verificaciones de antecedentes (y no podrían conseguir trabajo) mientras su mujer estuviera casada con él.

Las primeras semanas fueron bastante parecidas. En el centro donde estaba recluido, casi todas las noches veía la misma escalofriante escena mientras comía frente a una diminuta ventana: grupos de personas que parecían portar cráneos y huesos humanos, a veces incluso lápidas. Sun Yi temía por su vida desde que comenzó a ver esos viajes en mitad de la noche. El hombre había escuchado de otros compañeros recluidos que muchas torturas terminaban en muerte. Poco después, comenzó a correrse otro rumor. Los grupos que portaban cuerpos y extremidades en mitad de la noche se conocían como el Octavo Equipo y trabajaban en lo que denominaban como el “trabajo fantasma“. 

A mediados de 2008 Sun Yi recibe la llamada que no quería escuchar. Un guardia se le acerca, le dice que le acompañe y lo lleva al edificio que tenía enfrente de su ventana. Allí lo introducen en una habitación oscura del cuarto piso. Pronto identifica a muchos de sus nuevos compañeros. Eran miembros del Octavo Equipo o, dicho de otra forma, Sun Yi había pasado a formar parte del temido grupo que trasportaba cuerpos.

Sin embargo, no tardaría en darse cuenta de la realidad. Cuando entró en una habitación junto al resto del equipo, Sun Yi vio lo que parecía una lápida frente a él, pero una algo “diferente”. El hombre la recogió y se dio cuenta de que estaba hecha de poliestireno blanco. Unas horas después, Sun Yi ya estaba cubierto de tinte negro. Su trabajo consistía en hacer que la lápida pareciera vieja frotándola con una esponja húmeda hasta que el blanco de debajo comenzara a verse oscura. Trabajaba 17 horas diarias, descansando apenas para comer. Era un trabajo tan físico que, llegada la noche, sus manos se movían mientras dormía, como si estuviera puliendo más y más lápidas en sus sueños.

Imagen: Flying Cloud productions

Lo más curioso de toda esta escena que se repetía cada día era que ni Sun Yi ni ninguno de sus compañeros de trabajo tenían ni la menor idea de lo que era Halloween. Para ellos, aquello era surrealista, pero al menos sabían que no estaban trabajando con cadáveres reales. Sí tuvo claro poco después que se trataba de artículos que luego se enviaban a algún sitio. Ocurrió cuando un guardia le dijo que los occidentales tenían este tipo de cultura, lo que llaman un festival, y que por eso lo organizan.

Entonces se le ocurrió una idea. Sabía que los kits de cementerio que estaba fabricando eran para exportación porque las etiquetas estaban en inglés. ¿Y si escribía cartas y las escondía dentro de las cajas? El hombre pensó que habría alguna posibilidad de que alguien encontrara al menos una, y si eso ocurría, quizás, le podría contar al mundo lo que estaba pasando en Masanjia.

Imagen: Flying Cloud productions

Así, un día en mitad de la noche, en el escaso tiempo que tenían para dormir, abrió una hoja de papel, sacó un bolígrafo y comenzó a escribir la primera de las aproximadamente 20 cartas que escribió durante su estancia en Masanjia. Cuando las terminaba, en silencio y con mucho cuidado durante los descansos, las introducía en los kits de lápidas con la esperanza de que la inspección no las detectara.

Pasaron los meses, los años, y nunca supo nada de los mensajes de auxilio enviados. En septiembre de 2010 fue liberado de Masanjia. A su salida siguió practicando Falun Gong, aunque trató de mantener un perfil bajo. Dos años después, en 2012, Sun Yi se encontró con una sorpresa mientras leía noticias de medios en inglés eludiendo la censura de la web en el país.

Se trataba del New York Times y hablaban de una carta que alguien había encontrado entre una caja de decoración de Halloween en Oregón. 

Era su carta.

Encuentro

Cuando los medios de Estados Unidos viralizaron la historia de Julie y la carta escondida en las decoraciones de Halloween, no pasaron muchos meses hasta que un medio chino llamado Lens publicó una historia sobre las condiciones dentro de Masanjia. La versión online de la historia se eliminó más tarde. Sin embargo, poco después, el gobierno anunció que pondría fin al sistema de “reeducación a través del trabajo” y liberaría a unos 160.000 presos.

Más o menos por esas fechas, Julie recibió la llamada del periodista del New York Times:

El New York Times se puso en contacto conmigo y me dijo que habían estado en contacto con él y que estaban escribiendo una historia. Había escrito otra carta, esta vez era sólo para ella. En la misma escribió que estaba muy contento de que yo hubiera hecho pública la carta; eso es exactamente lo que quería. Me emocionó mucho saber que él estaba vivo y que estaba orgulloso de mí y de saber que hice lo correcto.

A su salida del centro en Masanjia, Sun Yi y su ex esposa planeaban volver a casarse y salir juntos de China, pero comenzó una nueva represión contra los practicantes de Falun Gong. La policía allanó la casa de la ex esposa de Sun Yi y le dijo que se comunicara con ellos si lo veía. Al poco tiempo, Sun Yi fue arrestado.

Puesto en libertad poco después por problemas de salud, provechó la oportunidad para huir a Yakarta, la capital de Indonesia, con la ayuda de Leon Lee, un cineasta canadiense que había trabajado en diferentes proyectos dando cobertura a abusos contra los derechos humanos en China. De hecho, Sun Yi aceptó ser el tema de una película y comenzó a enviarle a Lee imágenes e información de su historia.

Finalmente, Julie voló para encontrarse con Sun Yi en Yakarta. Lee, que los había puesto en contacto, filmó el encuentro. “Fue como si tuviéramos una conexión instantánea. Me llamó su hermana. Era como si nos conociéramos desde siempre”, dijo Julie. Intercambiaron regalos. Él le compró flores y ella le compró un libro sobre la vida en Oregón. También le trajo la nota que había escrito en Masanjia y la lápida de poliestireno. “Parecía muy agradecido de poder volver a cerrar el círculo“.

Julie y Ji en el encuentro.
Imagen: Marcus Fung

Poco después de la visita de Julie, la salud de Sun Yi empeoró. Desgraciadamente, no vivió para ver la película terminada, Letter of Masanjia. Murió el 1 de octubre de 2017, seis meses después del encuentro. La causa oficial de la muerte fue insuficiencia renal, “pero sospechamos que fue un crimen. A pesar de todo lo que había pasado, el hombre que conocí era un hombre de 50 años de apariencia en forma que todavía esperaba reunirse con su esposa”, contaba a The Guardian Julie hace unos años.

Cuando terminó formalmente el sistema de reeducación a través del trabajo en China, Amnistía Internacional dijo que muchos campos fueron simplemente rebautizados como prisiones o centros de rehabilitación, y que los disidentes y seguidores de Falun Gong seguían recluidos en ellos, a menudo sin juicio.

Falun Gong sigue ocupando el primer lugar en la última lista del gobierno chino de 24 sectas malvadas proscritas.

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