El hábito de tener la galería del móvil llena de fotos de tu gato o tu perro parece haber surgido con la llegada de los smartphone, pero nada más lejos de la realidad: las personas hemos querido inmortalizar la belleza de nuestras mascotas -por supuesto, las más "monas" del mundo- desde tiempos lejanos. Así lo demuestran, por ejemplo, el cuadro Cabeza de perro ‘Bob’ (1876), de Édouard Manet, o el mastín que aparece en la obra Las Meninas (1656) de Diego Velázquez.
Con la aparición de las primeras cámaras fotográficas, a mediados del siglo XIX, los animales domésticos continuaron siendo sujeto de retrato; algo que cobra mucho sentido si pensamos en que estos seres vivos no cuentan con la capacidad de quejarse sobre su perfil malo, sus arrugas o su simetría facial.
Así, desde el punto de vista de la paciencia del fotógrafo, las mascotas han resultado siempre excelentes modelos. Ahora, el Museo Nacional de Ciencia y Medios de Bradford (Reino Unido) ha sacado a la luz las que probablemente sean las primeras fotografías de la historia realizadas a perros y gatos.
Datadas de entre 1830 y 1860, las imágenes no solo muestran que los humanos somos muy propensos a tomar fotos de cualquier animal con el que mantengamos un vínculo afectivo, sino también que las mascotas nos acompañan en un viaje por la evolución de las técnicas de retrato fotográfico.