Hay algo que pocas veces falla para averiguar la complejidad y magnitud de un hecho histórico: el número de personas que lo niegan. No son pocas las veces que se han repetido las imágenes de Bruce McCandless II solo, en la inmensidad del espacio, mostrando uno de los momentos más espectaculares de la era espacial: el primer astronauta “volando” por primera vez sin ataduras, en una primera caminata espacial libre para la posteridad. Así lo contó el propio astronauta dos años antes de fallecer.

McCandless explicó tiempo después del acontecimiento que el objetivo principal de la misión de nueve días en el Challenger era el lanzamiento y despliegue de dos satélites de comunicaciones. Luego iría la caminata.

McCandless fue uno de los 19 astronautas seleccionados inicialmente por la NASA en abril de 1966, además de miembro de la tripulación de apoyo a los astronautas de la misión Apolo 14, entre otras iniciativas. La NASA lo describió como un “veterano de dos vuelos espaciales” que había registrado más de 312 horas en el espacio.

Foto: NASA

El legendario astronauta, quien murió en 2017, fue inmortalizado en una fotografía icónica (ver imagen de portada) que lo mostraba mientras volaba solo por encima de la Tierra, una ocasión que lo marcó como el primer ser humano en realizar una caminata espacial sin una correa de seguridad vinculada a una nave espacial.

1984. Momentos antes de “soltarse”.
Foto: NASA

Sin el uso de esas líneas de vida atadas que lo conectaban con el Challenger, McCandless usó la  denominada como Unidad de Maniobra Tripulada (MMU) para completar con éxito la caminata. (El Challenger explotó en una misión separada poco después del lanzamiento el 28 de enero de 1986, matando a los siete astronautas).

Tal y como contó a The Guardian en una entrevista en 2015, dos años antes de su muerte:

Fue una tarea que tardó mucho tiempo: décadas antes, ayudé a desarrollar la mochila propulsada por jet que llevo puesta, una MMU o Unidad de Maniobra Tripulada. Todavía la estábamos probando y modificando seis semanas antes de subir. Estaba encantado de haber sido elegido para la misión: fue un proceso de selección turbio, con muchas idas y venidas entre el mando de la misión y la dirección. El día antes de mi caminata, redujimos la presión y aumentamos el oxígeno en el transbordador para sacar el nitrógeno de mi torrente sanguíneo; de lo contrario, me darían vueltas. Donde vivo ahora, en las afueras de Denver, a una altitud considerable, tiene niveles de oxígeno más bajos que los que tenía la cabina ese día. Ese mismo día, me puse mi ropa interior, con conductos de aire y tubos flexibles llenos de agua para refrescarme, y mi traje presurizado. La tripulación dijo: “Estás listo. ¡Ve! Ve! Ve!” así que entré en la esclusa de aire, cerré la escotilla, la despresuricé, la abrí y me fui.

Foto: NASA

Una vez en el espacio, “libre” de ataduras y tratándose del primer ser humano en experimentarlo, lo contó así:

No me gustan esas líneas usadas en exceso que “se escaparon de los hoscos lazos de la Tierra”, pero cuando me liberé del transbordador, me parecieron precisas. Era una sensación maravillosa, una mezcla de euforia personal y orgullo profesional: habían sido necesarios muchos años para llegar a ese punto. Varias personas se mostraron escépticas de que funcionara y, con 300 horas de práctica de vuelo, estaba demasiado entrenado. Mi esposa estaba en el control de la misión y había bastante aprensión. Quería decirle algo similar a Neil [Armstrong] cuando aterrizó en la luna, así que dije: “Puede que haya sido un pequeño paso para Neil, pero es un gran salto para mí”. Eso aflojó un poco la tensión. Me habían hablado del vacío silencioso que se experimenta en el espacio, pero con tres enlaces de radio que dicen: “¿Cómo está aguantando el oxígeno?” “¡Manténgase alejado de los motores!” “¿Cuándo es mi turno?” No fue tan pacífico.

Mi caminata duró seis horas y 45 minutos y permanecí junto al transbordador todo el tiempo, moviéndome 90 metros en una dirección y 90 metros hacia atrás. Viajaba a más de 30.000 kilómetros por hora, pero no me di cuenta porque el transbordador iba a la misma velocidad. Sólo cuando miré a la Tierra me di cuenta de que nos movíamos con bastante rapidez. En un momento me di cuenta de que estábamos sobre la península de Florida: fue reconfortante ver algo que reconocí.

La famosa imagen que muestra a McCandless utilizando la MMU.
Foto: NASA

Aquel día hubo más de una foto icónica. Una de ellas, tomada por su compañero Robert Gibson (justo encima de este texto), fue especialmente hermosa porque el sol brillaba directamente sobre el astronauta.

En cualquier caso, todas las instantáneas de aquel día son simplemente únicas y asombrosas. Allí, en la inmensidad del cosmos, habíamos logrado “pasear” sin ataduras, recorriendo a gran velocidad la sombra de nuestro planeta mientras millones de personas en su interior soñaban en convertirse en McCandless por un par de segundos. 

Ya lo dijo el propio Neil Armstrong en ese 1969 también para la posteridad, los astronautas son el sueño imposible de cada uno de nosotros porque ellos nos representan allí arriba.

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