Donde Obélix perdió su menhir

e. v. pita VIGO / LA VOZ

SOCIEDAD

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Contrabandistas, monjes, «mouras», afiladores... y vistas de vértigo en el corazón de la Ribeira Sacra. Este es el espectacular entorno de la Pedra Longa, un monolito que flota sobre el Sil, en Nogueira de Ramuín.

29 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Varios penedos se disputan en Galicia el título de Pedra Longa. El más conocido era el de Tordoia, de trece metros de altura con paredes lisas que delatan su origen megalítico, pero poco a poco gana fama el de Nogueira de Ramuín, un capricho de la geología que mide entre ocho y once metros, lo que lo cataloga como uno de los marcos más altos de Galicia. Emerge en los bancales empinados del Sil y podría pasar por el menhir que perdió Obélix, el fiel amigo de Astérix el Galo que, en sus aventuras, porta a la espalda un pedrusco.

En el último lustro, la asociación Móvete por Nogueira desbrozó la maleza y señalizó tres rutas circulares de 15 kilómetros por este entorno granítico en el corazón de la Ribeira Sacra ourensana (Contrabando, Amargura y Farricoque). Los miradores de A Moura o Lampa y Pedra Longa, antes rincones olvidados, se revalorizaron para el senderista. La recuperación de la Ruta del Contrabando revitalizó sus soutos y hayas, que servían de refugio a los trapicheros.

Para llegar a la Pedra Longa de Nogueira de Ramuín se puede seguir una senda señalizada que parte de Luintra. El monolito está enclavado a 400 metros del altura sobre el Sil, en una ladera en pendiente desde la que se atisba el cañón. Al bajar por un empinado camino, de repente, la mole rocosa surge de la nada flotando sobre el monte. Casi da mareo ver cómo el pedrusco desafía la gravedad. Hay que dar varias vueltas alrededor para comprobar que, efectivamente, la alargada roca guarda el equilibrio sobre una delgada base.

El selfi al pie haciendo la pose de Obélix cargando la roca es tentador, pero el excursionista desconfía de que, tras aguantar milenios, justo ese día se caiga.

El lugar brinda un privilegiado mirador al monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil, un bastión encaramado sobre un barranco en un recodo del río y al que se accede por la corredoira de un centenario bosque cubierto de musgo blanco y con muros teñidos de amarillo. Al fondo se distingue la Serra de Cabeza da Meda y la meseta de Monforte.

Desde Pedra Longa y A Moura se atisban abajo, en las laderas de la ribera de Pantón, en la orilla de la provincia de Lugo, varios pueblos (Pombeiro, San Cosmede) y la vía del tren a Madrid que serpentea paralela al río.

El monolito está insertado en una especie de parque temático del megalítico. En la ruta, hay siete mámoas milenarias (As Cabanas) y los Penedos da Moura, rocas gigantes redondas, llamadas bolos, dispersas por el descampado. Presumiblemente, fueron labradas por la erosión pero se ganaron la fama de mágicas. Sobresale una losa plana y de gran tonelaje que, misteriosamente, pivota en equilibrio sobre un minúsculo punto de apoyo en otra roca. Uno se rasca la cabeza para adivinar dónde está el truco. No lo hay: es tierra de mouros, como se denomina en Galicia a los «antiguos» (más que Obélix y sus rivales romanos).

A escasos metros de Pedra Longa, está el castro semiexcavado de Portas da Moura. Sobrecoge la monumental entrada flanqueada por dos bloques de piedra que darían el pego en una escena de elfos de El Señor de los Anillos. Al bajar los escalones de piedra, uno se imagina cruzando un gran portalón.Pasado el poblado castrexo hay que gatear por una roca alta, en cuya cima ondea una bandera, que es un balcón con unas panorámicas de vértigo sobre el cañón del Sil. El paisaje es de infarto.