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“¿No van a venir a socorrernos?”: muertes por falta de urgencias en el municipio madrileño de Colmenar Viejo

El 20 de abril, un hombre de 69 años falleció en esta localidad del norte de Madrid, sin servicio sanitario completo desde la pandemia. Es la tercera muerte por falta de médico en el municipio, según la plataforma por las urgencias de los pueblos

Urgencias
Carteles en el centro de salud de Colmenar Viejo, en 2022.DAVID EXPÓSITO
Beatriz Olaizola

El sábado 20 de abril, una mujer llamó al 112 porque su marido tenía un dolor muy fuerte en el pecho. En el municipio, Colmenar Viejo, a 26 kilómetros al norte de Madrid, no hay médico de urgencia. No lo hay desde hace cuatro años, cuando el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso cerró las urgencias que atendían en los ambulatorios por la noche y los fines de semana. Las 55.198 personas que viven allí deben desplazarse al hospital de La Paz, a 25 minutos en coche, o al de Collado Villalba, a unos 30. Ese sábado de hace tres semanas, la ambulancia tardó 20 minutos en llegar a la casa del matrimonio y los sanitarios fueron guiando a la mujer por teléfono para que realizara ella misma el masaje cardíaco. El hombre, de 69 años, ya había fallecido cuando apareció el vehículo. Es la tercera persona que muere en la localidad por falta de médico, según el recuento de la plataforma por las urgencias de los pueblos.

Si hubiera médicos en nuestras urgencias... Nuestro más sincero pésame a la familia. Ha vuelto a ocurrir, un vecino de...

Publicada por Plataforma por las urgencias de los pueblos en Lunes, 22 de abril de 2024

La plataforma, activa desde febrero de 2023, intenta llevar un registro de estas muertes, aunque hacerlo, explican, es muy difícil. Las familias no siempre se ven con fuerzas para contar lo ocurrido, se sienten culpables o lo asimilan años después y prefieren no hacerlo público. Aun así, los vecinos de Colmenar, y de otras localidades, no han parado de manifestarse ―este marzo, miles de personas llenaron las calles― para conseguir unas urgencias completas.

En los últimos dos meses han recogido casi 5.000 reclamaciones por el mal servicio sanitario. Lo hacen periódicamente y las entregan al Ayuntamiento, a la espera de que cambien las cosas. También han pedido un pleno extraordinario con un único punto del día: solucionar el caos de las urgencias extrahospitalarias. Porque no es el único municipio con un goteo de fallecimientos. En enero, un hombre de 72 años murió frente las urgencias del ambulatorio Cerro del Aire de Majadahonda, con solo dos enfermeras. En noviembre de 2022, otro murió en Arganda del Rey tras solicitar asistencia a un punto de atención sin médico. Y en diciembre de ese mismo año, un bebé falleció en Paracuellos del Jarama, aunque en ese caso algunas fuentes declararon que ya había llegado al centro sin vida.

“Es difícil contarlo, porque es muy crítico, muy desagradable”. La que habla es Ana Belén, de 48 años, administrativa y vecina de Colmenar Viejo. Ella y su familia han tardado tres años en entender y poner palabras a lo que vivieron. “Nos dimos cuenta de que habíamos normalizado algo que no era normal. Fue una negligencia”, dice ahora, con convicción. El 24 de abril de 2021, ella, una de sus hermanas ―son cuatro― y su madre condujeron a toda velocidad los 26 kilómetros que separan Colmenar del hospital de La Paz. A su padre le estaba dando un infarto y, como ocurrió hace tres semanas, entonces tampoco había servicio de urgencias. El hombre, de 72 años, falleció en el centro sanitario de la capital.

“Fíjate cómo es la cabeza. No recuerdo estar con los familiares [en el funeral], ni siquiera haber sacado una lágrima”, cuenta por teléfono, despacio e intentando evocar alguna imagen, olor, sonido. Nada, ese día está casi en blanco. “Los recuerdos que sí tengo son los del coche. No se me van de la cabeza”, dice. Caras desencajadas, angustia, gritos, bajar la ventanilla, subir la ventanilla, pisar el acelerador, sudor, calor, frío. Los “respira, papá, tranquilo, no te pongas nervioso, ya sé que te duele”, repetidos ni sabe cuántas veces. El pasado verano, la familia, tras muchas dudas y miedos, interpuso una denuncia a la Comunidad de Madrid por omisión del deber de socorro. Ana Belén relata ahora a EL PAÍS cómo fue la mañana en que murió su padre.

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Era sábado y el hombre, que trabajó como carnicero en un supermercado antes de jubilarse, había estado ingresado el mes anterior por problemas de corazón. “Ese día, sobre las seis y media de la mañana, me llama mi madre, muy angustiada. Que papá está muy mal, que tiene un dolor muy fuerte en el pecho. Sabiendo que aquí no había centro de urgencia [y el ambulatorio cierra en fin de semana] me llevé el coche directamente a su casa. Vivimos cerca. Llegamos [su hermana y ella] y lo encontramos en el sofá sentado. Lo primero que nos dice mi padre es: ‘Me estoy muriendo’. Nos miramos con los rostros desencajados, las piernas temblando y decimos, ¿qué hacemos? Si esperamos a una ambulancia, no llega. Nos arriesgamos, le llevamos”.

En Colmenar Viejo operaba entonces una UVI móvil ―ahora hay otra más, municipal― que se mueve por distintos puntos del norte de Madrid y que, denuncian los vecinos, no es suficiente para atender todas las emergencias a tiempo.

“Le bajamos despacio, le metimos en el coche, en el asiento del copiloto. Mi madre y mi hermana iban atrás. Y nada más salir de Colmenar, mi hermana llama al 112, para que nos recogiera la ambulancia en la carretera, saliendo, y así adelantar camino. Mi padre iba mal, les decimos que le dolía mucho el pecho y que creíamos que era un infarto. ¿Qué nos respondieron?: ‘¿Van de camino al hospital? Pues nada, pues sigan ustedes’. Solo eso. Aquello fue como un jarro de agua fría. Dices, ¿ahora qué hago? Me doy la vuelta, espero en casa, sigo para adelante. Y mi padre, escuchándolo, imagínate lo que estaría pensando”. Decidieron seguir hacia La Paz, a unos 20-25 minutos sin tráfico.

“Iba como loca. No sé si me llevaba el coche a mí o yo a él. Dando volantazos, adelantando a todos. Mi hermana me gritaba: ‘¡Que nos matamos, frena, que te tragas el coche de delante!’. Y mi madre: ‘¡Hija, por Dios, que nos vamos a matar los cuatro, por Dios, tranquilízate!’. Yo pensaba, ¿cómo puede ser, no van a venir a socorrernos? Miraba por las lunas, ¿pero dónde están los helicópteros, dónde están las UVIS, dónde están los vehículos VIR [de atención rápida]? Iba con esa tensión, más la tensión de que tu padre pende de un hilo, que vas a toda hostia, que has podido matarte porque solo das volantazos. Quería parar el coche, quería gritar, quería llorar. Eso no se olvida. Nunca”.

A escasos cinco minutos del hospital, su padre empezó a levantar los brazos, tenía calor y a los pocos segundos frío de nuevo. “Miró hacia mi lado, pero no me miraba a mí, miraba a la nada, al infinito. Me di cuenta de que estaba empeorando. Yo miraba por las ventanas del coche, al cielo. Yo qué sé, no podía con la desesperación. Pensaba en parar, pero luego decía no, no puedo parar, tengo que llegar al hospital, que ya queda poco. Y le decía a mi padre: ‘Papá, aguanta, que nos quedan tres minutos, no pasa nada, respira, tranquilo’. Y ahí mi madre empezó a llorar, mi hermana también empezó a gritar y a llorar”. En la breve llamada a emergencias, su hermana pidió que avisaran a La Paz para que hubiera alguien esperándoles en la puerta. Cuando llegaron, solo había un empleado de seguridad.

“Vino corriendo, se metió por una silla de ruedas, salió, intentamos sacarlo del coche, no podíamos. Estaba encajado, tenso, encogido y con la cabeza hacia abajo. Se fue a avisar a los celadores, vinieron, le sacaron y le metieron. Nos quedamos en la sala de espera”. Al cabo de una hora todavía no sabían nada. “Si no hay noticias, igual es buena señal”, pensó Ana Belén. “Justo salieron tres médicos, empezaron a sonar como unos pitidos, unas alarmas, y se dieron la vuelta corriendo. Empezamos a ver cómo por los pasillos corría mucha gente. Y dijo mi hermana, ‘ese es tu padre’. A los 15 minutos volvieron a salir. Ese, efectivamente, era mi padre”. Les dijeron que había fallecido por una parada cardiorrespiratoria, eran las diez y media.

Entonces, todo se volvió negro. Les invadió la culpa. “A lo mejor deberíamos habernos quedado en casa”, pensó Ana Belén. Uno de los tres médicos se le acercó, le cogió de la mano y le dijo algo que no olvida: “Como padre, como hijo, como hermano, hubiera hecho exactamente lo que habéis hecho vosotros, porque la situación que teníais en tu pueblo no es normal. No te sientas culpable”.

Su hermana, recuerda, no paraba de repetir, en bucle: “Ha habido una negligencia”. Y ella solo asentía con la cabeza, en silencio. En atención al paciente les dijeron que tenían que reclamar. “Pero estás en estado de shock, no haces nada, te dedicas a mover los papeles, el entierro, que a mi madre le quede el dinero que le tiene que quedar. Y luego ya empezamos a normalizar, pero siempre con una pequeña duda: ¿Reclamamos? ¿No reclamamos? Incluso lo miramos con un abogado y nos dijo: ‘No se puede hacer nada. Ha pasado así'. Al final, lo asumes como normal, intentas seguir tu vida”.

Ana Belén leyó la noticia de la muerte del vecino de Colmenar hace tres semanas y volvió a revivir lo ocurrido con su padre. Ella y su familia decidieron que se sentían con fuerza para contarlo y se pusieron en contacto con este periódico. “Ves que no eres tú solo y dices ‘no, esto no es normal’. En 2023 nos metimos en la plataforma, nos pusieron en contacto con un abogado y empezamos a reclamarlo todo. Lo que no puede ser es callar, callar y callar. Como si no pasara nada. Sí que pasa. Demora en médico de familia, que nos están dando para 20 días. Muchos días que no tenemos pediatra. La demora para pruebas diagnósticas, que te dan casi para un año. Si te llega la ambulancia es una lotería. Si no te llega, estás jodido. ¿Qué haces? ¿Sales corriendo a La Paz o a Collado Villalba?”, denuncia.

Antes de colgar, Ana Belén dice que aún le cuesta contar algunas cosas, que dar el paso y denunciar es difícil, y que entiende a aquellas familias que deciden no hacerlo, pero que no van a parar. “Es vital que tengamos médicos en nuestros servicios de urgencias. Eso es lo que nos falta en Colmenar. Eso fue lo que le faltó a mi padre”.

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Sobre la firma

Beatriz Olaizola
Es reportera en la sección de Madrid. Antes escribió reportajes para eldiario.es en el País Vasco, donde cubrió sucesos y temas sociales, políticos y culturales. También realizó prácticas en la Agencia EFE. Graduada en Periodismo por la Universidad del País Vasco y máster en Periodismo UAM- EL PAÍS.
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