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Reportaje

Arrestos récord y maltratos: Israel libra "una guerra de venganza" contra los prisioneros palestinos

Ramallah – Desde el 7 de octubre y tras los ataques múltiples de Hamás, Israel mantiene una campaña de arrestos masivos en Cisjordania ocupada, rozando los 10.000 palestinos en prisión. Sin espacio carcelario y bajo un "estado de emergencia", ha endurecido las ya difíciles condiciones de los presos, a quienes ha vetado visitas de familiares y de organizaciones como la Cruz Roja. Pese a la incertidumbre sobre su estado, cada vez más grupos, familias y liberados dan cuenta de los maltratos físicos, psicológicos y médicos que ocurren tras las rejas. Informe especial.

Algunos rostros palestinos, alzados por sus familiares, encabezan una protesta en Ramallah por la liberación de los presos en Cisjordania ocupada.
Algunos rostros palestinos, alzados por sus familiares, encabezan una protesta en Ramallah por la liberación de los presos en Cisjordania ocupada. © Federico Cué Barberena
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"Se sintieron como 18 años", sentencia Hanin al-Masaeed cuando termina de relatar los 18 días que pasó bajo arresto y encarcelamiento de Israel.

Esta joven palestina, cantante de folclore nacional, fue detenida el 10 de noviembre por soldados israelíes que irrumpieron sin previo aviso y con violencia en su casa del campo de refugiados de Aida (en el área de Belén) a las 4:00 de la madrugada, poco después de las oraciones matutinas.

Si bien este modus operandi del Ejército hebreo –con despliegue de soldados, explosivos o daños materiales– sigue un patrón verificado con anterioridad por este medio, Hanin ahonda en un periplo de maltratos físicos y psicológicos a través de cuatro centros de detención, que agrava el retrato del sistema penitenciario israelí, cuestionado por décadas.

Para ella, la pesadilla concluyó con su puesta en libertad el 28 de noviembre como parte del único acuerdo de cese al fuego temporal entre Israel y Hamás.

Pero Hanin no es la única. Desde los ataques del grupo islamista el 7 de octubre, más de 8.200 palestinos de Cisjordania ocupada han sido arrestados por Israel, según las cifras de la Sociedad de Prisioneros Palestinos (PPS en inglés), entre ellos 275 mujeres y 520 menores de edad, provocando que hoy haya más de 9.500 palestinos en las cárceles hebreas (incluidas 80 mujeres y más de 200 menores).

Un dato que el Estado israelí –pese a admitir que no tiene más espacio– reduce a 3.850 arrestados desde el 7-O, entre los que señala "1.650 afiliados a Hamás".

Son registros disparados –que no contemplan los miles de capturados en la Franja, recluidos en campos militares–, producto de la campaña de detenciones masivas lanzada por el Gobierno de Benjamin Netanyahu en represalia por la masacre contra las comunidades israelíes próximas al enclave.

De este modo, en poco más de seis meses, los palestinos encarcelados se han casi duplicado (en comparación con los 5.200 que había hasta septiembre de 2023), mientras que respaldadas por un "estado de emergencia carcelario" las autoridades han endurecido el día a día de los presos, prohibiendo las visitas de familiares; limitando la comunicación (se han retirado equipos eléctricos) y las citas con los abogados; además de un corte de electricidad en las celdas.

En un reporte preliminar del 28 de diciembre, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU alertaba sobre "arrestos masivos arbitrarios, detenciones, reportes de tortura y otros maltratos" de las fuerzas israelíes, elevando –afirmaba– la preocupación por "un castigo colectivo".

Desde esa fecha, todo ha empeorado tras las rejas.

"Una guerra de venganza contra los prisioneros palestinos"

A cargo de las prisiones israelíes está el ministro de Seguridad, Itamar Ben-Gvir, político de ideología anti-árabe y supremacista judío. Desde su asunción al cargo en 2022, dentro de la coalición ultraderechista de Netanyahu, ha abogado por acabar con los "beneficios e indulgencias" de los encarcelados y aplicarles la pena de muerte.

Itamar Ben-Gvir, ministro de Seguridad Nacional y líder del movimiento de extrema derecha religiosa Otzma Yehudit, procede a una distribución de armas de asalto a israelíes en Ashkelon.
Itamar Ben-Gvir, ministro de Seguridad Nacional y líder del movimiento de extrema derecha religiosa Otzma Yehudit, procede a una distribución de armas de asalto a israelíes en Ashkelon. AP - Tsafrir Abayov

Sin embargo, el 7-O y el "estado de emergencia" le han dado el marco ideal para imponer una represión total sobre los prisioneros, cuyo número seguirá creciendo, según prevé el Gobierno israelí, que mantiene redadas casi diarias y ya aprobó construir unas 1.000 celdas extra. En una publicación en X del 17 de abril, Ben-Gvir celebró esta medida, aunque consideró que "la pena de muerte es la solución correcta a la sobrepoblación en las prisiones".

"Israel está librando una guerra de venganza contra los prisioneros palestinos", condena Qadoura Fares, líder de la organización PPS, mientras encabeza la protesta de todos los martes en Ramallah, por la libertad de los presos y contra su deterioro físico y mental.

"Hay cientos de prisioneros heridos porque los están golpeando, no les dan comida suficiente, han duplicado el número de reclusos por habitación, no les dejan salir de sus celdas, no reciben ninguna medicina a pesar de tener necesidades serias", denuncia Fares a France 24.

Estas manifestaciones de familiares y activistas acontecen desde hace años.

Pero desde el 7 de octubre, el número de participantes se ha multiplicado de la mano del número de arrestos y la protesta ha tenido que mudar de la sede de la Cruz Roja a la municipalidad. Este movimiento humanitario solía tener permiso para entrar en las prisiones y verificar la condición de los reos.

No obstante, de nuevo, sus visitas y las de otras oenegés –también israelíes– han sido anuladas por las autoridades hebreas, que están dificultando conocer el estado de los presos. Es ahí donde testimonios como el de Hanin dan luz a la incertidumbre de las familias, pese a asegurar que "los derechos básicos de los reos han sido despojados".

Qadoura Fares, líder de la Sociedad de Prisioneros Palestinos, brinda un discurso durante la protesta semanal en Ramallah por los presos en cárceles israelíes.
Qadoura Fares, líder de la Sociedad de Prisioneros Palestinos, brinda un discurso durante la protesta semanal en Ramallah por los presos en cárceles israelíes. © Federico Cué Barberena

"Imagina pasar 24 horas dentro de una celda sobrepoblada con otras seis mujeres. Apenas nos dejaban 15 minutos para ducharnos y volver", explica acerca de su experiencia en la cárcel de Damon [que está en Israel y antes del 7-O requería que las familias solicitaran permisos para cruzar desde Cisjordania]. "No puedo siquiera empezar a describir la comida –prosigue–. No era comestible, estaba poco cocida o cruda. Nos trataron peor que a animales, nos sometieron a un trato inhumano".

Cualquier artículo que pudiera darnos una pizca de comodidad o normalidad era confiscado como parte del abuso psicológico. Negarse a comer significaba correr el riesgo de perder peso y enfermar, aunque mostraban poca preocupación por nuestra salud y solo nos daban pastillas de paracetamol que ofrecían un alivio mínimo y eran ineficaces para los presos con diabetes o condiciones preexistentes.

Son detalles que se repiten en las vivencias de antiguos prisioneros o de sus familiares.

Nader Ayesh, radiólogo de profesión, es el padre de Diala, una abogada reconocida por registrar las violaciones de Derechos Humanos en las cárceles israelíes y palestinas que desde el 17 de enero se ha visto obligada a sufrir su trabajo en carne propia.

Desde el hospital de Ramallah en el que atiende, Nader explica que su hija fue arrestada en un checkpoint cerca de Belén y que la sometieron a detención administrativa, un tipo de arresto sin cargos ni juicio que Israel justifica por "motivos de seguridad" (le permite no compartir presuntas pruebas) y que desde el 7-O ha empleado contra más de 3.600 reos.

Es otro récord, que para Nader se tradujo en no saber nada de Diala durante cinco días –un conductor de autobús le advirtió del arresto– hasta que un oficial del Servicio de Prisiones israelí le confirmó que su hija se encontraba en la cárcel de Damon. Solo cuando un abogado voluntario pudo ver a Diala, supo un poco más: "Le reveló que, por la sobrepoblación, a los presos se les provee solo de una manta, un juego de sábanas, un uniforme y un par de ropas interiores que tienen que lavar y reutilizar".

La comida que les dan es de tan mala calidad que no es apta ni para animales. A Diala la pusieron dos días en confinamiento solitario por quejarse sobre la comida. Cuando les dieron una mezcla cruda de falafel, ella protestó, dijo que no era comestible y, como resultado, fue castigada", señala Nader Ayesh sobre su hija.

Sin una acusación formal, a Diala se le aplicó una sentencia de cuatro meses (hasta el 16 de mayo), aunque, bajo detención administrativa, los encarcelamientos pueden renovarse de manera indefinida.

Nader, padre de la reconocida abogada palestina Diala Ayesh, aguarda por su liberación desde el 17 de enero de 2024.
Nader, padre de la reconocida abogada palestina Diala Ayesh, aguarda por su liberación desde el 17 de enero de 2024. © Federico Cué Barberena

"Hablé con su abogado para buscar aclaraciones y explorar formas de conseguir evidencias, pero no ha podido obtener archivos del caso. Todo el proceso es opaco, con comunicación limitada entre el juez y la parte acusadora", remarca Nader.

Abusos físicos y psicológicos desde el arresto hasta la liberación

En el reporte antes mencionado del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, se indica que los arrestos "suelen realizarse de forma brutal, con palizas y tratos inhumanos y degradantes que, a veces, pueden constituir tortura".

Estos actos de violencia de las fuerzas israelíes los concreta en "patadas, bofetadas, puñetazos y golpes con rifles", prisioneros obligados a permanecer "desnudos, vendados e inmovilizados durante largas horas con esposas y las piernas atadas, mientras soldados les pisan la cabeza y la espalda, los escupen, los estrellan contra los paredes, amenazan e insultan".

Esto sin olvidar las acusaciones, en parte de agencias de Naciones Unidas o de grupos como Physicians for Human Rights Israel, sobre agresiones sexuales.

Hanin sufrió y presenció varios de estos abusos durante su arresto, en los diversos traslados y en los centros que pisó. En el primero –cerca de su casa en Aida– "me vendaron los ojos, me ataron las manos por detrás y me hicieron esperar arrodillada bajo un sol abrasador unas tres horas".

"Nos trataron (a ella y otros detenidos) muy mal, pateándonos y golpeándonos, y también usando un lenguaje inapropiado e insultos. Se referían a nosotros como 'terroristas' y nos decían que deberíamos ir a Gaza porque este no era nuestro lugar. Además nos prohibieron ir al baño o movernos, incluso si sentíamos dolor", añade la joven con vigor.

Uno de los momentos que los prisioneros palestinos resaltan por su dureza son los traslados. Se dan en pequeñas camionetas, que en ocasiones desgastan al detenido dando vueltas durante horas y sin apenas supervisión.

A la madre de Hanin, se puede percibir, le hiere cada detalle que revela la menor de la familia. Esta amplía que, de camino a la prisión de Hasharon [en Israel], "una soldado puso música hebrea a todo volumen en su móvil y lo ubicó en mi oído, gritando y burlándose", algo que se repetiría en una mudanza posterior con otra oficial, que "me pateaba en la pierna para intentar que cantase con ella".

Hanin Al-Masaeed explica su periplo de 18 días en cuatro centros de detención israelíes, en compañía de su madre, en el campo de refugiados de Aida.
Hanin Al-Masaeed explica su periplo de 18 días en cuatro centros de detención israelíes, en compañía de su madre, en el campo de refugiados de Aida. © Federico Cué Barberena

El maltrato que más afectó a Hanin, sin embargo, por su carácter coqueto y por sentirlo como una gran humillación, fue cuando la uniformada "me aplicó cinta hasta tres veces sobre mis ojos en vez de una venda" y, cuando se la quitó con fuerza, "el pegamento me arrancó las cejas, causándome un dolor insoportable".

Precisamente en Hasharon, donde permaneció cuatro días, esta cantante señala que allí soportó "la mayoría de las torturas", conformando "uno de los períodos más brutales de mi vida": "Cada día, cuatro o cinco soldados israelíes me golpeaban, pateaban e insultaban. A menudo nos llevaban a los baños para atacarnos porque ahí no había cámaras. Eso facilitó, lo que considero, el arte de la tortura y la brutalidad".

En mitad de esta angustia, dos gatos que se colaban por los barrotes daban consuelo a Hanin y al resto de presas, que procuraban alimentarlos "para no perder la humanidad". Y un poco, cual felino deslizándose, pudo así verificar entre viajes carcelarios que la prisión de Damon [en Israel] tenía "una habitación llena de hombres", desde menores a adultos mayores, "sentados en el suelo, esposados y obligados a mantener las cabezas bajas; (en algunos casos) fueron forzados a bailar frente a la bandera de Israel".

Y su caso no es aislado. Este tipo de trato degradante ha sido registrado por los propios soldados en fotos y vídeos tomados durante operaciones en Cisjordania. Una práctica que los altos cargos militares, si son increpados, pueden llegar a sancionar, pero que usualmente quedan sin castigo para los perpetradores, y con todavía más impunidad a raíz del histórico asalto de Hamás.

La muerte también se cuela en las cárceles israelíes

En unos seis meses, al menos 16 prisioneros palestinos han muerto bajo custodia de Israel. Entre ellos, Walid Daqqa, un escritor y activista de 62 años que era hasta la fecha el encarcelado con más tiempo en una celda israelí, después de haber estado recluido 38 años.

Israel había condenado a este palestino con ciudadanía israelí por liderar un grupo que en 1984 secuestró y mató a un soldado, una acusación que Walid siempre negó. Aunque en un inicio fue sentenciado a cadena perpetua, luego esa pena se redujo a 37 años. A pesar de cumplir sentencia y de múltiples llamados para una liberación humanitaria por un cáncer en la médula ósea que le fue diagnosticado en 2022, las autoridades hebreas se negaron a soltarlo y, en concreto, la Corte Suprema le rechazó la libertad condicional, condenándolo a morir en prisión.

Érika Guevara-Rosas, directora de Investigación, Promoción, Política y Campañas de Amnistía Internacional, indica que su muerte "es un cruel recordatorio de la sistemática negligencia médica israelí y su desprecio por los derechos de los prisioneros palestinos".

Para Daqqa y su familia, los últimos seis meses fueron una pesadilla, durante la cual fue sometido a torturas y otros malos tratos (...) por parte del Servicio Penitenciario israelí, según su abogado. Incluso en su lecho de muerte, las autoridades israelíes siguieron mostrando niveles escalofriantes de crueldad contra Daqqa y su familia, no solo negándole tratamiento y alimentación adecuados, sino impidiéndole decir un último adiós a su esposa y sus cuatro hijos.

A ello se suma otra práctica común: desde su muerte el 7 de abril, el cuerpo de Walid Daqqa no ha sido entregado, lo que ha llevado a la ONG israelí Adalah a presentar una petición al Supremo, aduciendo que "(las autoridades) persisten en su trato abusivo hacia la familia reteniendo ilegalmente el cuerpo del fallecido de manera inhumana".

Para Fares, los presos palestinos "están sujetos a una lenta campaña homicida" y asegura, tras leer los reportes forenses de los fallecidos, que "hay dos razones por las que murieron: porque fueron golpeados agresivamente o porque no recibieron ayuda médica a tiempo".

Por otro lado, sin llegar a consecuencias tan extremas, el jefe de la Sociedad de Prisioneros enfatiza que "todos han perdido 20 kilos, y es fácil de comprobar cuando comparas un recluso liberado antes y después. Cuando viven bajo una presión psicológica interminable, no reciben comida, sienten hambre y frío, están siempre en sus celdas... todo lleva a que la mayoría se derrumbe", resuelve.

Esto observó Shukryeh Khashan en su hijo Ahmed. Con 16 años, el Ejército lo arrestó el 26 de septiembre de 2022 bajo la acusación de posesión ilegal de armas. Estuvo 14 meses en prisión hasta que fue excarcelado en noviembre con el pacto entre Israel y Hamás.

"Regresó a casa en shock, profundamente afectado por el trato inhumano que sufrió. Su tiempo en prisión le había pasado factura. Perdió peso, parecía agotado y su cuerpo estaba cubierto de moretones. La humillación que soportó era evidente en su rostro. Relató los abusos diarios que él y otros enfrentaron, incluida la privación de agua y comida", declara a France 24 la madre.

Shukryeh Khashan muestra una foto de su hijo Ahmed, menor palestino detenido y encarcelado dos veces por Israel.
Shukryeh Khashan muestra una foto de su hijo Ahmed, menor palestino detenido y encarcelado dos veces por Israel. © Federico Cué Barberena

Antes de que Israel vetara las visitas por el 7-O, menciona que "solía ir a verlo regularmente y, durante una visita, vi que tenía una herida en la pierna que resultó ser un hueso roto. Aunque necesitaba cirugía, las autoridades se negaron a operarlo hasta su liberación. Faltaban 15 meses".

Algunos de los liberados en noviembre han vuelto a ser detenidos

Pese a quedar opacados por la actualidad, los presos palestinos tienen un rol clave en las negociaciones para un cese al fuego en Gaza y la liberación de todos los rehenes israelíes. Fue así como, durante la pausa por el trato de noviembre, 240 encarcelados –casi todos mujeres y menores– salieron a cambio de 105 secuestrados.

Pero este contexto no ha evitado que estos mismos excarcelados fueran detenidos otra vez. Según organizaciones palestinas de derechos humanos, al menos 13 han sido arrestados de nuevo, incluida Hanan Barghouti de 59 años, la prisionera de mayor edad liberada en noviembre.

En este grupo, para dolor de Shukryeh, está su hijo, el joven Ahmed Khashan: "Experimentó un momento fugaz de alegría tras su liberación, solo para volver a ser arrestado poco después". En concreto, estuvo dos meses fuera de la cárcel hasta que las fuerzas israelíes volvieron a aprehenderlo el 25 de enero, en una redada muy violenta en la vivienda familiar en Bir-al-Basha, cerca de Jenin.

Esta nueva detención lo ha dejado "devastado psicológicamente", advierte su madre, que puntualiza que en inéditas tres llamadas que pudo realizar, Ahmed "lloraba, remarcaba que solo tiene 17 años" e "insistía en que no había hecho nada malo, que había sido liberado apenas 50 días antes.

Como madre, afirma que "el entendimiento era que (en el marco del acuerdo Israel-Hamás) no irían tras Ahmed de nuevo"; estima que su doble arresto es "una traición" que hace "imposible para mí confiar en los israelíes ni siquiera un poco, ni un 1%".

En la voz de Fares, a futuro, los negociadores palestinos y los mediadores deberían "preparar documentos para evitar que Israel vuelva a detener a los excarcelados. Eso no significa –aclara– que no puedan arrestarlos por cualquier otra razón, pero no por los mismos cargos".

En medio, quedan las familias. La madre de Hanin; los padres Nader Ayesh y Shukryeh Khashan; la mujer de Walid, Sanaa Salameh; y tantos otros allegados de detenidos o sospechosos, que son sometidos a "redadas, malos tratos y arrestos" de las fuerzas israelíes, como apunta la ONU. Una táctica que busca "forzar (al detenido) a entregarse".

Shukryeh Khashan señala los orificios causados por las balas del Ejército israelí en una pared de su casa, en Bir-al-Basha, en el norte de Cisjordania ocupada.
Shukryeh Khashan señala los orificios causados por las balas del Ejército israelí en una pared de su casa, en Bir-al-Basha, en el norte de Cisjordania ocupada. © Federico Cué Barberena

"Es evidente que las fuerzas israelíes están apuntando contra toda nuestra familia", acusa Shukryeh sobre la redada israelí que terminó con el segundo arresto de Ahmed. En las paredes de la casa, en los armarios, todavía se ven los agujeros de las balas israelíes que asimismo acribillaron a su hijo mayor Wissam, militante de Hamás, que disparó a los soldados. Si bien esta madre puntualiza que esa madrugada se desplegaron "fuerzas especiales en lugar de las unidades regulares del Ejército" y que también llegaron "alrededor de quince camionetas".

"Si el objetivo solo era Wissam, podrían haberle pedido que se rindiera usando un megáfono en vez de recurrir a los gritos y destrozar nuestra casa, aterrorizando a nuestra familia. Es un milagro que hayamos sobrevivido porque parecía que la intención era matarnos a todos". Esa madrugada, las fuerzas israelíes hirieron a otro de sus hijos y arrestaron a su esposo.

Activistas, periodistas, artistas: la sociedad palestina como objetivo

El encarcelamiento es un triste ritual entre los palestinos. Casi todos tienen a un familiar o conocido que esté o haya pasado por una cárcel israelí, muchos sin cargo alguno o bajo argumentos indiscriminados. Desde el inicio de la ocupación en 1967, se estima que más de 800.000 palestinos han sido detenidos por Israel, al menos una vez. Como atraviesa la identidad palestina, aguantar la reclusión es parte de "la resistencia", de ahí que la causa de los prisioneros trascienda las diferencias entre las facciones.

No obstante, la actual campaña de arrestos de Israel incluye casos de palestinos con residencia en Jerusalén o con ciudadanía israelí, y según la organización Addameer, entre los 3.600 detenidos administrativos hay "estudiantes, periodistas, activistas de Derechos Humanos, abogados, ingenieros, doctores, académicos y miembros del Consejo Legislativo palestino".

Por esta razón, Nader cree que "la explicación más plausible" para el arresto administrativo de su hija Diala es "la sincronicidad entre el caso (contra Israel por posible genocidio en Gaza) en la Corte Internacional de Justicia y el aumento de las agresiones contra defensores de derechos humanos y abogados".

Sobre todo, expone, porque tres días antes de su arresto Diala pasó los controles de seguridad para visitar a sus representados en la cárcel israelí de Ofer [la única dentro de Cisjordania].

Para esta familia es "la primera experiencia con un ser querido en prisión", una situación "increíblemente dolorosa, sobre todo como padre, porque te sientes inútil al no poder proteger a tu hija".

"Me siento completamente impotente e incompetente, abrumado por la ira", se sincera a France 24.

"No podía creer estar entre los liberados", dice Hanin sobre el momento en que un oficial israelí pronunció su nombre, como parte del acuerdo entre Israel y Hamás.
"No podía creer estar entre los liberados", dice Hanin sobre el momento en que un oficial israelí pronunció su nombre, como parte del acuerdo entre Israel y Hamás. © Federico Cué Barberena

De su lado, Hanin logró averiguar el motivo de su detención administrativa: una publicación de Facebook en apoyo a Gaza. Es lo único que le dijeron durante un interrogatorio muy breve, que la condujo a 18 días en los que a veces observaba "a los pájaros en el cielo" y se imaginaba volando libre con ellos. "Siempre he apreciado a los pájaros y a la libertad, y ese día (en el marco del pacto) tuve la premonición de que la libertad me esperaba".

Mientras acaricia a su gato, entre las callejuelas del campo de refugiados, garantiza que no teme ser detenida de nuevo por Israel, pues no olvida que "el precio" de su excarcelación "es la sangre de los palestinos en Gaza".

La pesadilla de 18 días, "que parecieron 18 años", no quebranta su deseo de "libertad", esa palabra que repite en sus canciones y que espera que se extienda a los gazatíes y a otros prisioneros.

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