Los bárbaros del norte

La invasión celta de Grecia

En el año 280 a.C. una coalición de tribus celtas atacó Macedonia y penetró en Grecia con el objetivo de saquear el santuario de Delfos. Pero los griegos se unieron y consiguieron rechazar la invasión.

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El objetivo de los invasores. En el santuario de Apolo en Delfos, los celtas esperaban encontrar un gran tesoro en oro y plata.

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En la Antigüedad se celebraba cada año en el santuario de Delfos un festival conocido como Soteria, «fiestas de la salvación». En él se conmemoraba un suceso ocurrido en el año 280 a.C.: una invasión de pueblos celtas que saquearon buena parte del centro de Grecia y alcanzaron incluso el célebre santuario délfico. Fue un episodio dramático de la historia griega, comparable con las guerras libradas contra otra terrible invasión, la de los persas dos siglos antes. De hecho, tras derrotar a los celtas y expulsarlos de Delfos, los griegos se quedaron con los escudos de los invasores y los colocaron sobre los arquitrabes del templo de Apolo, junto a otros escudos que conmemoraban la victoria sobre los persas en la célebre batalla de Maratón, en 490 a.C. 

Cuando se produjo la invasión de 280 a.C., los pueblos celtas, llamados también gálatas por los griegos, llevaban más de un siglo buscando nuevas tierras donde asentarse. Eran guerreros que se desplazaban con sus mujeres e hijos, precedidos por bandas de saqueadores en busca de botín. Un numeroso grupo se internó en la península Itálica y se instaló en el valle del Po, y en el año 390 a.C. llegaron incluso a saquear Roma. Otras tribus se movieron lentamente hacia los Balcanes, donde presionaron a los primitivos pobladores: los ilirios y los tracios. Allí fueron frenados por Alejandro Magno y por los sucesores de éste en el trono de Macedonia, que establecieron con ellos tratados de paz.

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La alianza contra el invasor. La Anfictionía de Delfos (sobre estas líneas en tetradracma suyo) era una liga de doce pueblos griegos para administrar el santuario de Delfos y defenderlo de ataques como el de 279 a.C.

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Pero en el año 281 a.C., Ptolomeo Cerauno llegó al poder en Macedonia. Era un hombre impulsivo y violento que desconocía totalmente los problemas fronterizos del reino. Cuando una embajada celta acudió a su corte a reclamarle tributo, no dudó en despedirla con altanería. Fue el pretexto que los celtas necesitaban para lanzar una invasión en toda regla del reino macedonio. Tras una incursión de reconocimiento a cargo de uno de sus cabecillas, Cambaules, los celtas reunieron un numeroso ejército de infantería y caballería que se dirigió al sur. El imprudente Ptolomeo salió a su encuentro con excesiva confianza y fue derrotado, herido de gravedad y hecho prisionero; los celtas le cortaron la cabeza y la pasearon, clavada en una pica, por todo el campo de batalla. Macedonia cayó en la anarquía. Mientras la población se refugiaba detrás de los muros de las ciudades, los celtas devastaban el país y llegaban hasta Egas, la capital, saqueando los palacios. 

El asalto a Grecia 

Para los invasores, Macedonia no era suficiente. Más al sur se encontraban las ricas y prósperas ciudades griegas y sus templos llenos de ofrendas de oro y plata, que constituían un botín irresistible. Para hacerse con estos tesoros, Breno, uno de los más afamados jefes celtas, convocó a sus compatriotas a una gran asamblea y exhortó a los jefes de las tribus a unirse en una gran expedición. 

Sebastiano Ricci   Camillus Rescuing Rome from Brennus   27 537   Detroit Institute of Arts

Sebastiano Ricci Camillus Rescuing Rome from Brennus 27 537 Detroit Institute of Arts

Sedientos de boti´n en el an~o 390 a.c., los celtas atacaron y saquearon Roma. este o´leo de Sebastiano Ricci, del siglo XVII, recrea el momento en que los romanos se disponen a pagarles un tributo.

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Según las fuentes antiguas, sin duda exageradas, el ejército invasor estaba formado por 150.000 hombres de infanteríay 15.000 jinetes. Breno estaba convencido de que los griegos, sometidos desde hacía décadas al poder de Macedonia, no opondrían resistencia. Pero los diversos pueblos helenos –beocios, focidios, locrios, megarenses, etolios y atenienses– decidieron unir sus escasas fuerzas para hacer frente a la invasión. Los atenienses aportaron las naves y ostentaron el mando supremo, valiéndose de su tradicional reputación. El ejército griego contaba en total con unos 23.000 hoplitas y 1.500 jinetes, a los que habría que sumar un número indeterminado de tropas no muy bien armadas.

Los griegos intentaron primero contener el avance de los bárbaros en el río Esperqueo, el límite con la región septentrional de Tesalia, para lo que derribaron los puentes sobre el curso fluvial. Pero Breno escogió a 10.000 de sus mejores guerreros, los más altos y mejores nadadores, para que lo cruzaran más abajo durante la noche, usando sus escudos como balsas. Viéndose amenazados, los griegos se retiraron hasta el paso de las Termópilas. Encajado entre las montañas y el mar, el célebre desfiladero era el lugar perfecto para que un escaso contingente pudiera hacer frente a un ejército numeroso, como se había demostrado en el año 480 a.C. durante la invasión del rey persa Jerjes. 

La lucha en el desfiladero 

Breno, por su parte, reconstruyó los puentes sobre el Esperqueo y lo cruzó con el resto de sus tropas. Al llegar a las Termópilas, atacó de inmediato, pero los griegos mantuvieron sus filas en orden y contuvieron la ofensiva. Desde atrás, la infantería ligera helena disparaba arcos y hondas, causando gran daño a los celtas, que luchaban casi desnudos y tenían como única arma defensiva sus grandes escudos. 

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En el paso de las Termópilas (arriba) los griegos intentaron frenar la invasión celta antes de que llegara a Delfos.

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Los griegos conocieron entonces la furia combativa de los celtas. Pausanias, viajero y geógrafo del siglo II d.C., cuenta que cada jinete celta llevaba dos servidores que también podían luchar, según un sistema llamado trimarcisia: «Cuando los jinetes gálatas entraban en combate, los servidores se quedaban atrás; si caía el caballo, le traían un nuevo caballo para montar; si el jinete moría o era herido, uno de los servidores subía al caballo y ocupaba su lugar en la lucha; si morían ambos, entonces había otro jinete preparado». El mismo autor explica que, en las Termópilas, los celtas «marchaban contra los enemigos con rabia y coraje, como las bestias salvajes. Y aun heridos por hachas o cuchillos, mientras les quedaba aliento, la locura no les abandonaba. Algunos, sacándose de las heridas los dardos, los lanzaban contra los griegos o los usaban de cerca». 

North Frieze, Gigantomachy Frieze, Pergamon Altar, Pergamon Museum, Berlin (24533333620)

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El Gran Altar del dios Zeus. La lucha entre dioses y gigantes, representada en el Gran Altar de Pérgamo, recuerda la victoria de Eumenes II sobre los celtas en el siglo II a.C. Museo de Pérgamo, Berlín.

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A pesar de su coraje, los celtas conseguían escasos avances en un lugar tan estrecho, por lo que sus jefes dieron orden de retirarse. Lo hicieron en total confusión, pisoteándose y precipitándose muchos de ellos por el barranco a las marismas que se extendían por las Termópilas. Pausanias destaca el contraste entre el cuidado que pusieron los griegos en enterrar a sus compatriotas caídos y la costumbre de los celtas de abandonar en el campo de batalla a sus guerreros para que fuesen devorados por las bestias y las aves carroñeras y así pudiesen llegar a las moradas celestes. 

Los celtas siembran el terror 

Breno decidió entonces que una parte de su ejército volviera al norte y, dando un gran rodeo, se dirigiera al sur y cayera sobre Etolia, una región montañosa del oeste. Su intención era dividir a los griegos haciendo que los etolios, el grupo más numeroso y belicoso, regresara a su tierra para defenderla. En esta ofensiva, los celtas tomaron la ciudad de Calio, donde cometieron toda clase de atrocidades, según cuenta Pausanias: «Mataron a todos los varones y masacraron igualmente a los viejos y a los niños sobre los pechos de sus madres; y después bebieron la sangre de los más gordos de estos niños y comieron su carne». Las mujeres que no se habían suicidado antes del asalto de la ciudad fueron salvajemente ultrajadas por los celtas, que llegaron a abusar de las que estaban moribundas o las que ya habían muerto. Los etolios, al conocer estos terribles sucesos, retiraron su ejército de las Termópilas y regresaron a su país, tal como Breno había esperado. Pero cuando los celtas que habían devastado Etolia emprendieron el retorno a las Termópilas, sufrieron emboscadas continuas de los griegos, que los atacaban con flechas y lanzas, de modo que menos de la mitad lograron reagruparse en el desfiladero. 

AtaloPergamo

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Átalo I, rey de Pérgamo en 241 a.c., átalo venció a los celtas instalados en asia menor, los gálatas, que habían impuesto un tributo a Pérgamo. todo el mundo griego celebró su victoria.

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Entonces, los habitantes de la ciudad de Heraclea, deseando que los invasores se marcharan cuanto antes de su territorio, ofrecieron conducir a Breno por el sendero que en otro tiempo había usado el ejército de Jerjes para rodear al ejército griego comandado por el espartano Leónidas. Breno envió 40.000 guerreros de su ejército por esa ruta. Aquel día había mucha niebla, de modo que los focidios que estaban de guardia no vieron a los enemigos hasta que estuvieron muy cerca. Los combatientes griegos se defendieron valerosamente, pero tuvieron que retirarse, embarcándose en las naves atenienses y dispersándose por sus patrias. 

La batalla de Delfos 

Los celtas tenían ahora totalmente libre el camino hacia el corazón de Grecia. Su objetivo era Delfos, el venerable santuario en el que esperaban encontrar toda clase de riquezas. Breno se dirigió hacia allí a marchas forzadas, pero cuando entró en el recinto sagrado se sintió decepcionado al no hallar aquellos magníficos tesoros y las estatuas de plata y oro macizo que la fama pregonaba. Ignoraba que setenta años atrás los focidios habían ocupado Delfos y habían usado sus ricos tesoros para pagar a un ejército de 10.000 mercenarios. El historiador Diodoro explica también que Breno, al penetrar en los templos de Delfos y contemplar las estatuas de madera y piedra de los dioses, se rió de los griegos por creer que los dioses tenían forma humana

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Pérgamo, la victoriosa. Los reyes de Pérgamo, en Asia Menor, lograron resonantes victorias sobre los celtas, como la obtenida por Átalo I en 241 a.C. En la imagen, la acrópolis de Pérgamo.

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Los griegos de la Fócide, de Anfisa y de Etolia reunieron a toda prisa las fuerzas disponibles para enfrentarse con los bárbaros. Un grupo atacó a los celtas que habían permanecido en Heraclea, mientras que otros se concentraron en Delfos para luchar contra Breno. El día en que se produjo el choque decisivo hacía un frío riguroso y la nieve lo cubría todo. Por si eso fuera poco, se desató una gran tormenta con truenos y relámpagos que asustó a los celtas –cuyo único temor, según Arriano, era que el cielo cayera sobre sus cabezas– a la vez que les impedía oír las órdenes que daban sus jefes. Durante el enfrentamiento, la tierra tembló fuertemente y grandes rocas cayeron desde el monte Parnaso sobre las filas de los bárbaros, matando a veces hasta a treinta a la vez. Según los historiadores griegos, todo ello era fruto de la intervención de sus propios dioses; Pausanias habla, incluso, de que a los celtas se les aparecieron los «fantasmas» de antiguos héroes griegos

The Galatian Suicide

The Galatian Suicide

Gálata ludovisi. Copia romana del s. I a.c. Museo Nacional Romano, Palacio Altemps, Roma.

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Entonces los focidios descendieron por la nieve desde las regiones escarpadas del monte Parnaso y se pusieron a la espalda de sus enemigos, disparando contra ellos dardos y flechas. Los celtas resistían con valor, pero cuando Breno cayó herido se retiraron, matando antes a los que eran incapaces de seguirlos por agotamiento o por sus heridas. Al llegar la noche, cuando acamparon para descansar, los celtas creyeron oír el ruido de la caballería griega que los atacaba, lo que sembró la confusión entre ellos hasta el punto de que tomaron las armas y se mataron los unos a los otros sin reconocerse. Según Pausanias, fue un caso de pánico, el miedo sin causa que el dios Pan infundía a los mortales. 

Al día siguiente, los celtas continuaron la retirada hacia el norte, acosados por los griegos, que con su táctica de guerrillas les infligieron muchas bajas. Breno, por fin, se reunió con Acicorio, que se había quedado cerca de Heraclea vigilando el botín antes conseguido. Herido, aunque no de gravedad, Breno se sentía responsable del fracaso de la expedición, por lo que se quitó la vida bebiendo una gran cantidad de vino. Los demás celtas llegaron en su retirada hasta el Esperqueo, pero los tesalios y los malios los esperaban allí emboscados y, según Pausanias, «se hartaron tanto de matarlos que ninguno se puso a salvo en su patria». Sin embargo, sabemos que tras la expedición de Breno gran parte de los celtas se retiraron al norte y se instalaron en una amplia zona entre el Danubio y los estrechos, mientras que otro grupo pasó a Asia Menor y Anatolia, donde dieron nombre a una amplia región: Galacia