Ursula K. Le Guin y el nuevo feminismo

Hoy he recibido, más que una invitación una sugerencia para acceder a cierto espacio paralelo a la web lleno de buenas intenciones… y me temo que errores de bulto.

Más allá de las limitaciones de la herramienta, que son notorias no sólo en el modo previsto por su desarrolladores.

Pero más que la herramienta en sí me ha sorprendido encontrar un texto que sí me interesa comentar para señalar alguno de los mencionados errores:

arquitecturacontable.wordpress.com/2021/01/14/ursula-k-leguin-teoria-b

El texto es “La teoría de la bolsa de transporte en la ficción” de Ursula K. Le Guin, autora de ciencia ficción de la cual ya tuve oportunidad de leer “La mano izquierda de la oscuridad”.

Porque para mí no es importante si detrás de las líneas hay un hombre o una mujer, como parece que lo es y en exceso para algunas. me interesa antes el contenido de esas líneas.

Ése es el primero de los errores que hay que subrayar, la tendencia a segregar las referencias por género desde algunas partes del feminismo que de tal modo se convierte en hembrismo.

Porque se da además la siguiente paradoja: si aceptamos la circunstancia de que las mujeres han accedido en el pasado en menor medida a la producción intelectual, algo que parece bastante objetivo y que el propio feminismo ha denunciado y en buena medida corregido, acudir sólamente a referencias femeninas es perderse la mitad de la historia. Lo cual encaja bastante bien con los notábles déficits de los postulados hembristas que quieren pasar por igualitaristas.

El texto viene a proponer que la primera herramienta -“artefacto cultural” dice ella- que usan los seres humanos, debió ser un recipiente, para la recolección, y lo pone en contraposición a la visión que se señala de forma nada velada como “falocéntrica” de 2001: Una odisea del espacio, con la famosa escena del mono con el hueso. No voy a comparar la obra de la escritora con la de Arthur C. Clarke para no incurrir en ensañamiento, pero lo dejo caer.

Porque por supuesto lo hace en clara referencia a los órganos reproductores masculino y femenino a modo de metáfora cuando, sinceramente, no sé quien puede pensar en pollas cuando aquel mono tira el hueso al aire. Se queja acto seguido -y esto ya es un poco spoiler- de que el embrión de la película es un varón, extremo en el que si uno había reparado no le había dado menor importancia. Cero, ninguna. Realmente algunas parecen obsesionadas con las pollas, para mal.

Pero es que además, el problema de la herramienta, que para mí es más bien anecdótico y lo grave es que alguien le haya dado importancia en tales términos, ni siquiera está bien analizado y se enmarca más dentro de las tesis de un supremacismo de género al que el feminismo, en lugar de haber erradicado, ha terminado por invertirle el signo.

Si uno interpreta correctamente la pirámide de Maslow en seguida aprecia que en la base están las cuestiones fisiológicas seguidas de las de seguridad:: en una palabra, la conservación.

El hecho de construir un recipiente, no implica la satisfacción de una necesidad inmedita si no alguna medida de ahorro y acumulación. Los recipientes básicos en ese sentido son la boca y las manos, como bien señala. Bueno, ella cita la mano, no habrá reparado en los hámsters.

Difícilmente cabe pensar en mayor acumulación antes de haber cogido en alguna ocasión un palo del suelo por si algún otro elemento del medio hostil pretende saciar su apetito con uno.

En 2001 se representa con un hueso, yo apuesto firmemente por el palo, porque además de que es muy parecido a falo, con lo cual va a molestar más a quienes se molestan por cuestiones absurdas y por ello merecen ser molestadas, me parece un elemnto mucho más común. Quizás una piedra si gusta más evocar la tradición cristiana. Entiendo que el hueso tal como se presenta tiene un mayor impacto visual y junto al resto de huesos y cráneos está componiendo un relato a través de la imagen

Y la razón de que el palo venga antes que el recipiente es muy sencilla : los muertos no comen. Y eso vale para todos los géneros, momentos y lugares.

Porque la herramienta no la determina la confección sino el uso. Y me temo que un palo es más simple que un recipiente. O tal vez uno cogiera el palo mientras otra recolectaba, lo cierto es que la cuestión es tan insustancial como la pretendida crítica a un falocentrismo que sólo está en la mirada.

Sea como fuere, es algo que a la postre sólo podemos especular, la naturaleza de la reflexión y más en los términos que se plantea, mediante la metáfora sexual no tiene sus causas en la voluntad de análisis objetivo sino en forzar una lectura en la que uno de los géneros ha de quedar por encima del otro. Tan absurdo como una discusión de ateos acerca del sexo de dios.

Pero, como ya se ha argumentado, la cuestión planteada no es sólo insustancial desde la perspectiva que se analiza, sino que además el análisis planteado se antoja a todas luces incorrecto.

Por citar algo en positivo, reinvindica desde su punto de vista como mujer la alienación respexto a cierto relato y la falta de identificación con la noción de arma, etcétera. La razón es sencilla, las mujeres delegaron en gran medida tales tareas en los hombres por resultar más eficientes en ellas y por la cuestión reproductiva. Eficiente no para un género u otro, eficiente para la especie, como es la causa raís de la división sexual del trabajo.

Además, las últimas olas del feminismo han intentado negar la mencionada identificación por género para ciertas funciones dándose de bruces una y otra vez contra la realidad empírica. Porque al final la realidad, por más casos pasrticulares que haya, canta como una campana. De Gauss, para ser exactos. La contradicción es clamorosa. Otro error de bulto que se ve con demasiada frecuencia, acogerse al caso particular para negar el caso general y hacer de la excepción la regla.

Por un lado es natural la falta de identificación, por otro lado es bochornosa la ignorancia voluntaria de la historia común. Y en realidad a estas alturas ya había abandonado el texto, he alargado algo más su lectura para estas líneas pero no veo que valga la pena concluirlo, más que nada por no hacer más leña del árbol caído.

Pero a modo de conclusión cabe resaltar que el movimiento feminista, ya convertido en hembrismo en algunos extremos y aspectos, adolece de una suerte de síndrome postraumático en el que la gran mayoría de las que profesa tal ideología ni siquiera han padecido trauma real alguno más que el que se les ha inoculado a través de un “nuevo relato”, como menciona la propia autora, lleno de sesgos distorsiones y que ignora piezas fundamentales sin las cuales es imposible articular una explicación consistente de la realidad que observamos y de la historia que la producido.

Esto, lejos de ser casualidad, responde a esfuerzos concretos y coordinados de unas élites económicas que en pos de la defensa de sus intereses han dado un giro de noventa grados en el debate político y social para cambiar el eje desde la lucha de clases a la guerra de sexos.

No seamos tan imbéciles de hacerles el juego, por lo menos desde la izquierda.