La creación musical

De la música dijo Nietzsche que la vida sin ella no valdría la pena. Hombre apasionado, quizás en exceso, pero no deja de poner de relieve como algo en principio irrelevante puede ser a la postre fundamental. Para algunos, claro, también hay mucha gente cuyos intereses no se cruzan en ningún punto con lo musical, pero lo cierto es que cada día parece más difícil: está en el cine, en la publicidad, en los videojuegos...

Y lo cierto es que no se hace sola y como entre los muchos defectos que tengo, también me gusta hacer música y he pensado algunos ratos al respecto me parece oportuno poner algunas reflexiones en común.

La música tampoco es un caso demasiado especial dentro de la creación, tampoco el dibujo y la pintura se hacen solos y sin embargo uno se va a dormir y a la mañana siguiente está ahí, y no, el graffiti tampoco se hace sólo. Pero por lo menos desde finales del siglo pasado el arte está, podríamos decir, que se sube por las paredes.

Arte o basura, como muchas definiciones arbitrarias siempre ha sido una cuestión de poder. En literatura lo llaman cánon, nada tan armonioso como lo de Pachelbel. Y el poder es siempre una cuestión económica, por lo menos si nos atenemos a la interpretación marxista del valor-trabajo.

Así que si vamos al renacimiento, por ejemplo, encontraremos como el poder reinante hace el arte a su imagen y semejanza. Con artistas dedicados por completo a su creación, cosa que implica alguna suerte de mecenazgo. Al final todo es economía. O matemática. O energía.

Y es que antes de hablar de ritmos, melodías y armonías hay que abordar los factores que los hacen posibles y de la manera en que lo condicionan. Contaba el bajista de Eskorbuto que hacían punk porque habían nacido en la margen izquierda, que tal vez de haber nacido en el lado "bueno" tendrían un grupo "tipo Mecano, o experimental...", a saber.

El arte es ante todo un retrato, de un instante, de un momento, de una época. Y de personas, claro. La fascinación que depierta en algunos radica en su aparente inutilidad práctica en los términos más purante biológicos. Como si existir fuera un capricho en lugar de un imperativo.

Dejemos a un lado el por qué, lo cierto es que sucede. Y para muchas personas constituye una parte importante de sus vidas, tanto en un lado de la creación como en el opuesto. De los creadores no me fiaría de ninguno, esa gente se mete la mierda que fabrica. Y es que si alguna función biológica tiene el arte es la de interactuar con nuestro cerebro, ya sea para intrigarlo con un relato, cautivarlo con una imagen o escurrirlo como una bayeta vieja con rock'n'roll a todo trapo. O lo que sea. Al final todo es química, también.

Es conocida la contradicción entre movimientos artísticos consecutivos, si una cosa se hacía de tal manera, pues los siguientes justo al revés y luego vuelta a empezar, un poco como por joder, son bastante de eso. Hacia un lado, hacia el otro...sí, por supuesto, al final todo son ondas, y cuando lo que vibra es el aire lo llamamos sonido. Con eso se hace la música. Y como aire hay donde hay un humano respirando viene a ser bastante común. Se hace en todas partes y con cualquier cosa. Tal vez naciera como la entendemos hoy con los repetitivos trabajos de la tierra, rítmicos, como una forma de alivio.

Desde ahí se ha sofisticado bastante, al principio era por necesidad como bellos dibujos en la orilla del mar, la música se la lleva el viento. Los sistemas de grabación y reproducción son en realidad bastante recientes, unas cuantas generaciones. Y en las últimas fechas esos "medios de producción" se han hecho asequibles para las clases trabajadoras, coincidiendo con la debacle del mercado del disco como resultado de similares tecnologías. La informática ha cambiado algunas cosas y no hace falta pensar en ordenadores, tenemos uno en el móvil.

A pesar de esa "colectivización" de algunos medios de producción básicos los medios de difusión y distribución siguen en poder del capital, la diferencia es que antes no existía y ahora es como si no existiera. Hay un progreso ahí, qué duda cabe, aunque más bien limitado.

Épocas, autores, instrumentos... sí, pero por lo general la música suele clasificarse en "géneros" que al final son una amalgama de lo anterior y más: ritmos, sonoridades, moods... Un pequeño caos nada exento de controversia, tanto como laxo es el criterio de clasificación, necesaria por otro lado por la cantidad de información pero siempre impertinente.

No debe haber muchos denominadores comunes a todo género musical, y menos a toda expresión artística. El más elemental es evitar el error, quiero decir, si la línea ha de estar recta, está mal que esté torcida. El problema es quién cojones dice que la línea tenga que estar recta. Tiene valores estéticos diferentes, transmiten cosas diferentes, tienen pues funciones diferentes. Bien o mal son aquí en realidad nociones que no corresponden. La sombra es buena para estar fresco y el sol bueno para entrar en calor.

Y por supuesto la consideración de lo "apropiado" es puramente subjetiva. Es una aciago relativismo y una vieja discusión, algunos afirman que la belleza está en los ojos del que mira, como la fotografía acostumbra a demostrar, y no todos los sabores son para todos los paladares. Por más que los académicos intenten aferrarse a coordenadas objetivas y el poder trate de usarlo de marioneta, nada cambia su esencia.

Porque al final uno puede dedicar toda su vida a la obra más prodigiosa y cualquiera puede contemplarla cinco segundos y concluir "no me gusta". Y acto seguido escupir a un lado. Y tal vez en una fotografía de ese mismo escupitajo con la luz y enfoque adecuados sí que encuentre ese arte.

Algunos se obstinan en que la línea debería estar recta. Lo contrario es incorrecto, a su modo de ver. Cuentan de Leo Fender, el famoso diseñador de guitarras eléctricas, que él concebía el sonido del instrumento limpio, sin distorsión. Tal vez se echara las manos a la cabeza viendo lo que hacen con su obra.

Lo cierto es que si como creador te empeñas en que todas la líneas estén rectas, tendrás un cierto resultado, armonioso, seguramente. Pero ¿cómo expresar algo, digamos, menos armonioso, entonces? Decía el personaje de Anthony Hopkins en un episodio de Westworld que la evolución lo ha construido todo basándose en una única herramienta: el error. Y es que si es o no error, lo determina el contexto.

Es un error una gota de pintura que chorrea o una salpicadura. Y Pollock hizo de ello prácticamente un género. ¿O no son un error los decorados vacíos de Hopper? ¿Acaso no es un error esa forma blusera de atacar la nota desde el semitono inferior? ¿No es un error la distorsión de guitarra? ¿No es un error la propia escala de blues? ¿Y el jazz? Un error, o distintas reglas, otro juego.

Y aquellos que aún se empeñen en la rectitud de la línea y sientan esa aversión pitagórica a la irracionalidad, sepan que todo lo que hizo Bach fue atemperar un poco los renglones torcidos de dios. La armonía es una ilusión. No existe esa pretendida perfección, y aún si existiera, ¿no es también un error la insoportable pureza infinita de un tono sinusoidal? ¿hay acaso error más hermoso que un bend de guitarra eléctrica? Ese aullido. Las normas están para ser superadas. ¿Si no de qué manera podríamos sorprendernos? Y un poco por joder, ya lo decía antes, para qué negarlo. Es parte del encanto, disfruten de su error favorito.